Conseguir un empleo se ha convertido para muchos jóvenes aragoneses en una auténtica misión imposible. La zaragozana Natalia Marín, que ya lleva dos años en paro, lo sabe bien. Su último trabajo como ayudante de cocina en un restaurante finalizó a consecuencia de la crisis y desde entonces sigue buscando un empleo. "Sobre todo echo (currículos) en hostelería y en comercio, pero no sale nada. La situación me empieza a preocupar porque cada vez hay más competencia y los jóvenes lo tenemos más complicado", lamenta Marín, que nació en un pueblo cerca de Calatayud. En una situación similar se encuentra Marta Mendoza, que ayer también estaba en la oficina del Inaem. Esta aragonesa de 31 años lleva tiempo hilvanando empleos temporales en varias fábricas de la provincia: "Lo máximo que he estado en una empresa ha sido un año. Es una pena que no podamos tener más estabilidad laboral".