"Algunos rumanos son mafia", afirma con cierto desdén Carlos, un vagabundo zaragozano que pide en la zona centro, a la puerta de tiendas y centros comerciales. "Desde que han llegado y han copado la ciudad, yo vivo peor", señala. "Saco menos dinero. Antes tenía para comer en restaurantes baratos y ahora tengo que ir al comedor del Carmen". Para Carlos, la gente "se retrae" de dar limosna "porque las rumanas ésas que van con niños se les echan encima de mala manera". "Viven en grupos numerosos en el casco viejo --dice-- y recorren toda la ciudad. Yo veo cómo, de vez en cuando, se les acercan las que las controlan y les piden el dinero que han conseguido". Carlos, que lleva en Zaragoza veintiún años y aparenta más de 50, considera que empieza a ser una ´rara avis´ en el panorama de la mendicidad, "pues ahora la mayoría de los mendigos son extranjeros. Españoles cada vez vamos quedando menos". "Las rumanas se mueven mucho --comenta--, están en todas partes".