Bambo Julio, como le llaman por aquí, aunque él prefiere que lo llamen Julio (bambo significa padre en chichewua, lengua de Malawi, donde se vuelca en cuerpo y alma desde hace 38 años), es de la sociedad de los padres blancos. Me recogió en el hospital Ntengowan Tenga. De camino hacia Lilongwe charlamos sobre sus orígenes aragoneses (es de Ateca). En ese municipio su abuelo era notario, pero él optó por la carrera de sacerdote. Su hermano siguió la carrera militar, como su padre, y su hermana es catedrática de química.

"No sé si fue primero mi interés por Dios o mi interés por ayudar a los demás", me dice mientras se afana en esquivar los baches.

En todo el tiempo que lleva Julio en Malawi han sido muchas las dificultades: hoy es el sida, ayer fue el hambre, los desastres, 30 años de dictadura, gobiernos corruptos.

Nos dirigimos hacia la parroquia San Francisco, en el distrito de Kanengo. Antes de entrar en la misión damos una vuelta por el área más cercana. Hay casas de todo tipo, algunas grandes, bien construidas, otras muy humildes.

Se nota en su forma de hablar y de mirar que le gusta su trabajo, que ama su trabajo. Sabe mucho sobre este país, se ha preocupado por conocer sus orígenes y su historia, que relata con gran pasión.

Me destaca que los jóvenes son el principal objetivo en la lucha contra el sida. La meta es convertirlos en personas responsables; Julio deposita el futuro de este país en las manos de los hombres y mujeres, que ya hoy se organizan.

En la parroquia se impulsa un programa de voluntarias que asisten en sus casas a los enfermos, muchos de ellos sin medios, que tienen en este programa una esperanza. El catolicismo aglutina a mas del 60% de la población de este país. "Aquí se vive la fe intensamente y en libertad".

Y afirma: "La iglesia Católica fomenta la democracia. Fíjate, la iglesia Católica". Y es que los líderes católicos son elegidos democráticamente por votación y no pueden estar más de dos mandatos.

Julio es un hombre llano y habla con naturalidad de todos los temas. Se maneja con soltura entre la gente, habla chichewa perfectamente y suele hacer gala de buen humor. Es discretamente optimista y cree que la batalla que el país libra ahora es diferente a las anteriores: "La iglesia aquí no es la que se ve en España, aquí tomamos partido en política y en lo que haga falta", asegura. Sigue la conversación comentando la dificultad de pedir en España dinero para la iglesia. "Con los tiempos que corren es difícil; lo que se habla ahora en España sobre que la comunidad financie la iglesia, eso es lo que hacemos aquí y funciona. El aborto, eso sí que no. Acabar con la vida, eso sí que no".

En Africa el tiempo se detiene; eso permite hablar y tratar muchos y diferentes temas. Conforme los aborda, él muestra una opinión sincera, sin escrúpulos, limpia, la de quien ha vivido y vive una realidad sin filtrar, en primera persona. "Hoy por hoy, el preservativo es la única forma de contener la infección del sida. La sociedad establece el adulterio como una forma normal de relación; el preservativo es moralmente obligatorio para todas las personas que lo practican", explica.

"Como cristianos, no aceptamos las relaciones extramatrimoniales ni la poligamia". Julio define Africa como un lugar al que adaptarse: "Si pretendes imponerte no funciona. Esto es Africa".

Habla con la autoridad y la seguridad de 38 años vividos intensamente. Julio padece pseudomisoma, un tipo de cáncer que comienza por el apéndice y avanza hacia el interior del aparato digestivo. "Trabajo como si fuera a durar para siempre. No tengo prisa en morir. Hay días que uno esta un poco más bajo, pero otros no. Esta gente te enseña a seguir adelante".

Julio trabaja cada día y cada hora con normalidad, como si la enfermedad no fuera con él, porque tiene un cáncer más grande: el cáncer de la vida, culpable de toda una vida entregada a este pueblo.