Como si la llevara el diablo. Así corrió ayer Lamîita con su hijo recién nacido entre los brazos. Dejó de pedir limosna en el Paseo Pamplona de Zaragoza y escapó al verse sorprendida por una cámara de fotos. Con su niño de 13 dias, esta indigente rumana, que dió a luz al primer bebé del 2004 en España en el hospital materno infantil de Zaragoza, ha vuelto a su trabajo, el de la mendicidad. Y lo hace en compañía de su criatura, Aronas Popa.

Vestida con una camisa blanca y característico pañuelo anunado a la cabeza, Lamîita inició su jornada por el corazón de a ciudad. La bebé iba adormilada junto a su pecho.

"Es ella. Es la mujer que dió a luz a su hijo en Año Nuevo. Qué pena que tenga que pedir", señaló un matrimonio que la había reconocido, después de que saltara a los medios de comunicación por ser el primer parto atendido con las campanadas.

Esta situación refleja la cruda realidad de miles de inmigrantes rumanos que llegan escapando de la miseria de su país, sin papeles, atrapados por las deudas contraídas y obligados a seguir pidiendo para responder a los mandatos de las mafias.

Lamîita, con otros cuatro hijos dejados en Rumanía, llegó embarazada a España hace muy pocas semanas junto a una niña de tan solo 3 años.

Al parecer formaba parte de una expedición organizada por una red ilegal que explota a indegentes rumanas para que ejerzan la mendicidad.

La noticia del parto de esta indigente, que había dormido en casas abandonadas y en la calle, generó una fuerte corriente de solidaridad y cariño entre el personal del hospital Infantil así como entre el resto de los ciudadanos.

A pesar de que se le ofreció la ayuda y los medios posibles, los acompañantes de Lam®ita rechazaron cualquier apoyo. "Estamos bien, no necesitamos nada, déjennos en paz", señaló enfadada una acompañante de Lam®ita.

En principio, Lam®ita y su hijo fueron acogidos por su hermano y su cuñada en la capital aragonesa. Esto impidió que el hospital movilizara los recursos sociales tanto de la DGA como del Ayuntamiento de Zaragoza, como tenía previsto hacer en un principio.

Los responsables del hospital, que se sienten impotentes por el rechazo de las ayudas que la inmigrante tiene a su alcance, confían en que madre e hijo puedan ser atendidos por los servicios sociales, si así lo necesitan.