Justo en el preciso instante en que una jovencísima socialista se desmelenaba con un rock de Tequila interpretado por la zaragozana banda Bogus band , cientos de banderas con el logo de ZP cubrieron el coso zaragozano. Era el síntoma evidente de que el ZP de carne y hueso estaba a punto de pisar la arena taurina, con casi media hora de retraso respecto al horario oficial.

La puesta en escena fue la ya clásica en las grandes celebraciones socialistas: el himno se disparó en los altavoces y entraron Zapatero e Iglesias, juntos, entre los abrazos, besos y apretujones de una multitud a esa hora enfervorizada.

Zapatero vestía juvenil: jersey negro de cuello de cisne y traje gris. Marcelino Iglesias era el único con corbata. Juan Alberto Belloch y Jesús Membrado optaron por un atuendo más informal. De los cuatro, Membrado era el único que se estrenaba en un gran mítin. Y no desentonó, le ayudó sin duda su experiencia de arengar a las masas obreras cuando era el máximo dirigente de la UGT.

A algún viejo socialista se le escapó una lágrima de emoción. Los de Epila aplaudieron a rabiar. También los de Castiliscar y los de Sábada, sentados en uno de los palcos de la coqueta plaza zaragozana. Los más bulliciosos, como siempre, fueron los de las Juventudes Socialistas, situados tras el escenario, el mecano que suele acompañar a Zapatero por toda la Península.

"Se nota se siente Zapatero, presidente", fue la proclama de guerra de los más jóvenes. Junto a otra: "Queremos un pantano en la Puerta del Sol". En medio del bullicio, llegó la nutrida comitiva de periodistas que siguen a Zapatero en las dos semanas de campaña. Caras somnolientas. Salieron sobre las seis de la mañana de Santa Cruz de Tenerife. Domingo de mítin, de madrugón y de vermut.