Manual de resistencia es el título del libro que Pedro Sánchez ha publicado sobre su recorrido personal y político desde la llegada a la secretaría general del PSOE en el 2014. En el libro, Sánchez presume de resiliencia y fortaleza de convicciones. Unas virtudes que entran en contradicción con el adelanto electoral del 28 de abril. Si el Manual de resistencia existe, Sánchez en esta ocasión ha decidido no aplicarlo.

Que los partidos independentistas avalaran la tramitación de los Presupuestos del PSOE la semana del inicio del juicio del 1-O, con políticos presos y penas de 30 años en el horizonte, era una misión prácticamente imposible.

ERC y el PDECat, en un pulso permanente, no estaban en disposición de hacerlo. Y el PSOE tampoco estaba en disposición de negociar prácticamente nada con el independentismo -como ha dejado claro el episodio del relator- si no quería exponerse a una revuelta de sus sectores más españolistas.

Hecha esta constatación, las elecciones no eran la única opción posible. Si se hubiera aplicado el manual de resistencia, Sánchez habría podido seguir gobernando con los Presupuestos prorrogados esperando que pasara el torrente del juicio, aprobando por la vía del decreto muchas de sus medidas. ERC y el PDECat han avalado muchos de los decretos que el PSOE ha llevado al Congreso desde la moción de censura. Nada impedía seguir haciéndolo así.

La fractura de Podemos

La realidad, sin embargo, es que tras la decisión hay un cálculo táctico: el PSOE cree que la fractura de Podemos beneficiará sus expectativas inminentes en las urnas.

Convocar antes de las municipales es una maniobra inteligente, porque serán un momento de visualización de la labor realizada por los ayuntamientos del cambio y en especial por Manuela Carmena, y podrían reforzar el espacio de Podemos.

Ir a elecciones ahora, tras el desacuerdo con los indepes, también refuerza el PSOE entre los sectores de su electorado que recelan de pactos con los soberanistas.

Esto, sumado al pinchazo de la manifestación de las tres derechas en Madrid, ha precipitado la decisión.

Pero el movimiento del PSOE es arriesgado, porque abre la puerta a una nueva hegemonía conservadora escorada hacia la extrema derecha. Para asegurarse la presidencia, Sánchez necesitará que PP, Ciudadanos y Vox no sumen mayoría absoluta, lo que algunas encuestas ya señalan. Y superado este escollo, deberá ser capaz de articular una mayoría a su alrededor que le permita gobernar.

¿Cuál sería esa mayoría? Hay dos opciones, y solo una pasa por la izquierda: o se reedita el bloque de la moción de censura, o a Sánchez le salen los números para pactar con Ciudadanos.

Al final, el problema de fondo es que el PSOE aún no ha asumido que la única opción posible para un Gobierno progresista en España pasa, hoy por hoy, por un pacto con Podemos y los soberanistas.

Una alianza que implica cambios estructurales al régimen surgido de los pactos de 1978 que los socialistas son por el momento incapaces de abordar.