La política del y tú más se ha terminado en Madrid por voluntad expresa de Manuela Carmena. Es la primera ley no escrita que impuso la alcaldesa en su llegada al Ayuntamiento de Madrid, y aunque la popular Esperanza Aguirre constituye una fuente inagotable de tentaciones, los concejales de Ahora Madrid se aplican el ruego de la juez. Y eso que algunos miembros de su equipo han exhibido discrepancias con la jefa en este tiempo. O, como poco, falta de sincronía en los mensajes.

Tras sus primeros cien días, Carmena huye de encasillamientos ideológicos; vaticina la muerte de los partidos y despeja acusaciones que a otros les resultarían indignantes como si fuesen inanes supercherías caribeñas. Ha demostrado ser una suerte de hipster castiza que va en bici, quiere impulsar coches eléctricos de alquiler, que las cartas del ayuntamiento sean menos farragosas o que las servilletas de los bares tengan imágenes de Madrid. Y, sin embargo, se niega a finiquitar las corridas en Las Ventas, pese a que es una de las primeras peticiones en la web recién estrenada para que los vecinos planteen medidas. ¿Castizo, pragmático o miope? A ella los toros no le gustan, explica, pero de tocar San Isidro y su feria, ni hablar. Su «quédense tranquilos» ha sido el leitmotiv de sus primeras 100 jornadas como alcaldesa, porque en realidad, el principal logro de Carmena es sacar el miedo del cuerpo a grandes corporaciones y empresarios del rancio abolengo madrileño, con los que se ha reunido a decenas para decirles que ha llegado al cargo a arremangarse y solucionar problemas, no a hablar de política. Su mejor ejemplo para sacudirse el «radical» de encima lo explicó en el Casino de la capital. «Tuve una comida con alguien muy importante del PP que me dijo: ‘¿Cómo es posible que seas comunista si eres inteligente? Y respondí: ‘Tranquilos, yo no soy comunista, no lo fui nunca’».

Se esfuerza en explicarlo en las 360 entrevistas mantenidas como alcaldesa porque, dice, no tiene «padrinos» en los medios y los periodistas no narran con fidelidad las iniciativas del ayuntamiento. De esa crítica hacia la prensa nació el proyecto V.O., la polémica página de desmentidos de la que se dice «orgullosa», aunque admite que quizá hubiesen necesitado mayor habilidad comunicacional.

En el mundo de lo tangible, su primer logro es la paralización de desahucios. Madrid cuenta ahora con la oficina de mediación hipotecaria, en la que el ayuntamiento negocia con bancos y familias. Si no hay acuerdo, el consistorio busca solución habitacional a los afectados. El segundo reto es lograr que las adjudicatarias de limpieza garanticen la higiene de calles y no solo de los contratos a diez años firmados por su predecesora, Ana Botella.

Y el tercer objetivo, es conseguir que cristalicen grandes inversiones extranjeras. De ahí la insistencia en mensajes de tranquilidad, esa media verónica con la que Carmena busca que el empresariado se mueva, despierte de la parálisis del miedo e invierta para que Madrid lata de nuevo, y de ahí, ya saben... al cielo.