Los jubilados vascos se han convertido en el ejemplo a seguir en la lucha por «unas pensiones dignas». Y eso que, de media, son los que más cobran de España. Tras varias movilizaciones exitosas, lograron ayer una masiva manifestación en Bilbao, una de las mayores de la historia del País Vasco. Entre las razones hay que destacar la unidad de acción lograda entre todas las asociaciones de jubilados y pensionistas vascos, pero también el apoyo de trabajadores, jóvenes y familias. Como resumieron sus dirigentes, «no luchamos solo por nuestras pensiones, también lo hacemos por las de nuestros hijos y nietos».

Entrar en un hogar del jubilado en el País Vasco permite palpar inmediatamente la rabia. Basta presentarse como periodista para desatar una tormenta de reacciones. Hay quien agradece que los medios difundan sus reivindicaciones, aunque también hay quien desconfía.

«¿Y tú de qué partido eres?», pregunta Agustina como recibimiento en el club Jatorra de San Sebastián. A su lado, Aurora va al grano: «La subida del 0,25% es un insulto. No tienen dinero para las pensiones pero sí para los bancos. Los políticos y sus amigos tienen que devolver todo lo que han robado». Agustina supera el recelo y se anima a mostrar su enojo: «Tantos políticos comiendo la sopa boba y gente como yo, con 60 años trabajados, no llegamos a fin de mes. Algunas ni encienden la calefacción».

En la mesa de al lado está Anamari, que cobra 637 euros de pensión, de la que viven ella y su hija de 37 años. «Tiene una incapacidad, pero no le dan ni el RGI. Me han llegado a decir en ventanilla que si mi hija fuera inmigrante podrían abonarnos otros 400 euros de complemento, pero que en nuestro caso no». Ilumi también se suma a las voces indignadas: «Nos quieren subir una miseria mientras todo, desde el pan hasta la luz, ha subido mucho más. Y hay muchas viudas que están sosteniendo a sus hijos en paro».

La dura reconversión

El pasado industrial vasco y la durísima reconversión de los años 80 también está detrás del empuje demostrado por sus pensionistas. En el País Vasco, los jubilados de hoy defendieron en la calle hace 30 y 40 años sus derechos laborales, y están curtidos en la reivindicación. Muchos tienen formación sindical. Un ejemplo es Emiliano, que se presenta como el último minero de Vizcaya y suele acudir al Hogar del Jubilado de San Francisco, en Bilbao. La indignación aflora en cuanto menciona a amigas y vecinas suyas que tienen que apañarse con una pensión de 400 euros: «¿Quién puede vivir con ese dinero?». Pero recupera la sonrisa cuando se enorgullece de la unidad de acción que han logrado: «Estamos con mucha ilusión por cambiar las cosas. Lo que está pasando es como cuando nos manifestábamos contra ETA, que todo el mundo salía a la calle».

Dolores, miembro de una asociación de jubilados y pensionistas de Bilbao, asegura que se han echado a la calle por pura impotencia: «No hay derecho a estar 40 años trabajando, como mi marido, para que te quedes con una pensión de 600 euros. Yo no recibo nada, porque ni siquiera me aseguraron durante los años que estuve contratada». Y como todos los entrevistados para este reportaje, muestra un rotundo rechazo hacia los políticos.

Aunque las movilizaciones de jubilados en el País Vasco llevan produciéndose hace más de dos años, fue en febrero cuando se notó un salto cualitativo. Todo empezó con el famoso wasap a Alfonso Sierra. Es miembro de la directiva de Nagusiak, plataforma que engloba a 140 asociaciones de jubilados de Vizcaya y cuenta con 50.000 socios. Como convocante de esas movilizaciones semanales, recuerda la sorpresa de hallarse con 3.000 personas, «una cifra que ni soñábamos». Apenas unas semanas después, el 22 de febrero, colapsaron Bilbao al sacar a la calle, un jueves a mediodía, una marabunta de más de 35.000 personas. La efervescencia tiene una causa para Alfonso: «Hemos soportado hasta donde se ha podido, pero hemos explotado. Aunque sabemos que será una lucha larga, estamos motivados y con mucha fuerza».