"Era bueno, honrado, una bendición, responsable, listo, carismático, guapo. El mejor presidente que ha tenido y tendrá nunca España". Estas alabanzas resumen el sentir de los más de 10.000 ciudadanos que ayer formaron una larguísima cola, de casi tres kilómetros y al menos tres horas de duración, en las inmediaciones del Congreso, para dar su último adiós a Adolfo Suárez.

Como si la desafección a la política fuese una cosa solo del presente, ciudadanos de diversas edades y llegados de todos los rincones de España se deshacían en elogios, a las puertas de la capilla ardiente, hacia el papel jugado por un político a su juicio "irrepetible".

La trayectoria de Suárez no merece, para ellos, ni un solo reproche. Nada que ver con lo que piensan de la generación de políticos que le sucedió y de los que ahora copan los puestos de responsabilidad. No en vano, muchos ayer señalaban que esperarían "tres y cuatro horas" para asistir a las honras fúnebres de Suárez, pero "ni un minuto" para hacer lo propio con el resto de expresidentes del Ejecutivo.

Maribel Carranza, una zamorana de 71 años residente en Madrid centró toda la atención porque llegó de las primeras y con una bandera del Centro Democrático y Social (CDS) firmada por Adolfo Suárez Illana, hijo del expresidente. Carranza fue militante del partido fundado por el expresidente y, desde que este proyecto fracasó, no ha vuelto ni a votar ni a asistir a ningún mitin. "A ver si Suárez, donde quiera que esté, ilumina un poco a los que están ahora y hacen cambiar un poco el país", señalaba con resignación.

Como Carranza, muchos confesaban haber depositado durante años su confianza en los partidos (Unión de Centro Democrático y CDS) liderados por Suárez. Entre ellas, María Arias y su hija, Pilar Encinas, que ayer madrugaron para trasladarse desde Barcelona expresamente a rendir homenaje a un político por el que sienten "un verdadero aprecio porque luchó por este país".

ALTA AFLUENCIA Entre los miles de congregados destacaban también los rostros de algunos jóvenes que no vivieron la época de la Transición pero que se declaran admiradores de uno de sus máximos artífices. Los dos primeros de la cola, por ejemplo, Nacho y Adrián, dos estudiantes de periodismo, de 23 años, desafiaron el gélido frío de las cinco y media de la mañana para ser los primeros en mostrar su respeto al expresidente.

La alta afluencia de público provocó que las visitas a la capilla ardiente --que se abrió al público las doce y hoy se cerrará a las 10-- fuesen fugaces. Una media de 1.500 personas a la hora desfiló por delante del féretro en las horas centrales del día. Muchos se santiguaban, otros observaban boquiabiertos un salón de los pasos perdidos inundado de coronas, y otros tiraban besos hacia el ataúd. Los más afortunados, pudieron saludar al presidente del Congreso, Jesús Posada, quien salió varias veces a charlar con los que esperaban. O incluso a Suárez Illana, quien recogió muestras de afecto tanto de las numerosas personalidades como de los ciudadanos.