La campaña del Partido Popular ha ido incrementando el ritmo a la par que ha ido creciendo el ánimo entre candidatos y militantes.Los populares aragoneses, encabezados por su candidato Eloy Suárez, han hecho una campaña en la que han dado suficientes argumentos para que el votante tenga los elementos de juicio necesarios como para saber si su papeleta es la que se ajusta al modelo de país que quiere a partir del próximo lunes.

La campaña de Suárez ha consistido en desgranar el contenido del programa sin caer en estridencias. Como mucho, las licencias lógicas que todos los partidos se permiten en los mítines. Como ha ocurrido en otros partidos, ha sido una campaña de bajo coste, sin grandes despliegues, con una organización muy movilizada y con poca presencia de líderes nacionales.

Las dos semanas han sido, en realidad, como dos partes de una misma función. La primera más discreta, con cierta preocupación ante unas encuestas desfavorables y la incertidumbre de saber cuál sería la respuesta ciudadana a los diferentes debates y actos públicos.

La segunda, concretamente a raíz del segundo debate televisado de los candidatos nacionales, ha cundido más el optimismo hasta el punto de que consideran que, sin echar las campanas al vuelo, han conseguido remontar los pronósticos adversos.

En cualquier caso, el optimismo es moderado porque han mirado de reojo, sin citarlo ni una sola vez, a otras formaciones que por primera vez en la historia democrática española pueden fracturar la tradicional hegemonía de los populares como fuerza conservadora que aglutinaba todo el espectro ideológico a la derecha del centro.

También como otros partidos, el PP ha llevado varias caravanas. La principal, la comandada por los candidatos al Congreso en las tres provincias. El presidente regional, Luis María Beamonte, y los provinciales, han llevado la suya paralela en otros municipios y localidades, como refuerzo al mensaje y preludio de la campaña que llega en diez días.