El pasado 22 de diciembre se enteraba de la noticia: "Estaba viendo un programa de tontería, y entonces me enteré de que las prótesis estaban mal. Y se me vino el mundo encima". Es el caso de la, hasta la fecha, única mujer que se ha puesto en contacto con la Dirección General de Consumo en Aragón por tener implantadas las prótesis PIP.

Un caso que se remonta a 2006, cuando se operó por segunda vez por motivos estéticos. "Las tenía desde hace un tiempo y quería cambiarlas". La operación se realizó sin niguna incidencia, y hasta el pasado diciembre, no supo de la peligrosidad de sus implantes de silicona: "Me dijeron que la prótesis que me implantaban eran muy buenas". Eso sí, cuenta, "hace un tiempo que notaba algo extraño, pinchazos y algunos mareos, pero no le di importancia".

Desde entonces afirma sentirse "desamparada". Cuando se enteró de su situación, trató de ponerse en contacto con el cirujano que le practicó la operación. El facultativo le explicó que "él no era responsable y que no tenía nada que ver", remitiendo a su paciente a su médico de cabecera.

Desorientada, buscó ayuda en diversas instituciones. "Llamé a Facua, al Ministerio de Sanidad, al Centro de Cirugía Plástica de España, a Aragón Salud, al Colegio Médico, al Servicio Sanitario de Salud y a Atención al Usuario". Todos ellos le remitieron, al igual que su cirujano, a su médico de cabecera, alegando no contar con la información que ella requería.

Desde la clínica en la que se operó tampoco ha recibido ningún tipo de ayuda. "No sé qué hacer", afirma en relación a tomar medidas judiciales. Su estado anímico, suspira, es bajo. "Han sido los peores días de mi vida", se lamenta. Por el momento, tiene previsto reunirse tanto con el cirujano que le implantó las prótesis como con otro que le pueda servir de asesoramiento.

La mujer muestra su perplejidad ante los controles ejercidos desde Sanidad. "No le echo la culpa únicamente a los cirujanos. También hay una responsabilidad por falta de control, porque a fin de cuentas eran prótesis legales", argumenta. Pese a que aún no están rotas, quiere quitarse los implantes cuanto antes. "No se puede esperar a algo así", explica, consciente del riesgo al que se enfrenta.