El Pirineo aragonés ha empezado agosto con mucha fuerza. Hasta el punto que, en opinión de las oficinas de turismo y los propios vecinos, hay más senderistas, escaladores y montañeros que en veranos anteriores, en su inmensa mayoría españoles. Algunos lugares gozan de un poder de atracción mayor que otros y se está registrando una masificación que preocupa a las autoridades locales.

«Hay miedo a un segundo confinamiento y es como si la gente se propusiera hacer más cosas para compensar», apunta Nacho Cifuentes, que dirige una empresa de actividades de aventura en el Sobrarbe y es miembro de la asociación Turismo Deportivo de Aragón (TDA).

Los sitios más visitados y con mayor presión demográfica son, desde hace muchos años, Ordesa y el valle de Pineta, pero hay lugares más recónditos que también se llenan de excursionistas los fines de semana e incluso los días laborales.

En esta situación se encuentran numerosos ibones pirenaicos, como el de Plan, en Sobrarbe, el de Acherito, en la comarca de Jaca, o el de Estanés, en la misma frontera entre España y Francia.

Con todo, el crecimiento del número de usuarios no ha disparado los rescates por accidentes en montaña, informan fuentes de la Guardia Civil, que precisan que los salvamentos se mantienen en cifras parecidas a las del verano del 2019, cuando hubo una afluencia menor tanto a la cordillera pirenaica como a las sierras de Guara y Albarracín.

Sin antecedentes

No existen controles específicos para determinar el número exacto de personas que están subiendo o bajando de una cumbre o de un lago. Pero los profesionales de los deportes de aventura y los aficionados a la montaña más veteranos no recuerdan una temporada tan masiva como esta.

«El interés por el Pirineo ha ido a más estos últimos años», sostiene Nacho Cifuentes, que piensa que lo ocurrido este 2020 se inscribe en una tendencia al alza que debe mucho a «la facilidad con que se obtiene información en internet y las redes sociales», dos herramientas para las que no existen rincones secretos en ningún punto de la geografía española.

A ello hay que añadir, dice, que la cordillera está sirviendo de imán para un tipo de viajero que en años anteriores iba a las playas o al extranjero.

El miedo al contagio en los destinos saturados y las dificultades a la movilidad entre países han jugado a favor de la montaña, más en concreto del Pirineo, tanto en el lado español como en el francés, donde se ha producido el mismo fenómeno, salvo que en su caso los visitantes proceden de otras regiones y departamentos del vecino país.

Pero la montaña no es el único foco de atracción. También se observa mucha gente en las zonas de baño situadas en lugares frescos, como ocurre con las pozas del Cinca entre Aínsa y Bielsa, o en las situadas en el río Ara. Proliferan asimismo los aficionados al piragüismo.

No se trata de fenómenos nuevos, sino de tendencias que empezaron años atrás y que este verano parecen más consolidadas. Además, en un alto porcentaje, los visitantes de la montaña optan por hacer actividades por su cuenta, al margen de las empresas de ocio y de aventura, lo que incrementa el riesgo de sufrir accidentes, advierte Cifuentes.

Este auge del senderismo también se vive en las zonas montañosas de Teruel, desde Albarracín al Maestrazgo y el Matarraña. Pero, advierte un hostelero de Jaca, «el hecho de que haya más excursionistas no se traduce en mayor ocupación, ya que una parte muy importante de ellos van y vienen en el día desde sus ciudades de origen gracias a la red de autovías».

33 Un excursionista consulta un panel con instrucciones sobre el uso de los senderos del valle de Ordesa.