El flamante matadero del grupo Pini en Binéfar ocupa mucho más espacio que cualquier otra industria de la localidad. En su parte trasera se elevan los silos de la empresa Agropienso, en el camino al centro algunas de la empresas tecnológicas con las que el consistorio pretende diversificar su economía. Por el momento no está permitido el acceso de los medios al complejo de Litera Meat, aunque desde la firma indican que a finales de mes comenzarán a realizar las primeras visitas. En el exterior, decenas de trabajadores que salen del turno de mañana se montan en sus coches o esperan que llegue el autobús que les devolverá a sus hogares.

La mayoría de los empleados sale con el rostro cansado. Muchos hombres, muchos imigrantes. Merodeando por el aparcamiento un hombre vestido con un buen abrigo se acerca a los grupos de jóvenes. Les ofrece un seguro de repatriación, en el caso de accidente. También en el caso de accidente mortal, explica. Prefiere no identificarse ni que se cite el nombre de la empresa para la que trabaja, pero explica que esta es una práctica habitual en el área de influencia de Guissona.

Goha Anton viene de Ghana. Ha estado trabajando en Ejea de los Caballeros, pero la firma italiana le ofrece un sueldo mejor. Trabaja en la línea de despiece de los cerdos. «Están cogiendo a mucha gente, según el nivel están pagando mucho dinero», explica. Es un testimonio que se repite invariablemente, como confirma Joseph Woya. Nacido en la República del Congo, estuvo trabajando en el sector de la construcción en Lérida. «Necesito trabajar», asegura, al reconocer la dureza de su nuevo empleo.

Los buenos sueldos que ofrecen atraen a gente de muchas procedencias, no solo inmigrantes. David Ávila se ha trasladado desde Toledo. Le ofrecieron un trabajo en la zona de envasado que mejoraba sustancialmente sus condiciones anteriores. «Pagan más que en otros sitios, de otra forma nunca me hubiera venido», asegura. Tiene que vivir en Lérida porque los precios en Binéfar se han disparado. Por casas por las que hace un año solo se pedían unos 200 euros ahora se están pidiendo casi 700. En ese caso la mudanza no sale rentable.

Juan Pablo Muñoz también está en la zona de envasado. Nacido en Valdepeñas, se ha mudado a La Litera por el sueldo. «Nos han ofrecido unas condiciones muy buenas», señala. En su caso, el turno de trabajo es de seis de la mañana a tres de la tarde. Con la posibilidad de hacer horas extra que se pagan a casi 14 euros. «Mucho mejor que en otros trabajos», reconoce. A su situación actual solo le pone una pega: por la falta de casas está alojado en Valcarca, una pedanía de Binaced en la que, según lamenta, no puede salir ni a comprar tabaco.

La situación de los trabajadores en el matadero de Fribin es similar. Con la diferencia de la veteranía, que siempre es un grado. Ninguno de los consultados se muestra dispuesto a cambiar de empresa, pues consideran que no está asegurada la continuidad con los nuevos empresarios. «Por ocho horas nos pagan más de 1.200 euros, no hace falta cambiar ahora», explica Thomas Maka, de Mali.

Del mismo país es Oumar Cabaa, de su misma opinión. La mayoría de los inmigrantes que trabajan en Fribin forman parte de esta comunidad. Llegaron en 1999 y se consideran parte de un paisaje que cada vez cambia a más velocidad.