La madre de E. L. falleció el pasado mes de agosto, con 92 años. Lo hizo solo con un grado I de dependencia reconocido pese a que se trataba de una persona totalmente dependiente, en silla de ruedas, que no podía hacer nada por sí sola y que, además, presentaba un estado de alzhéimer muy avanzado. Su hijo solicitó al IASS en el 2017 una nueva revisión de su grado de dependencia cuando ya se encontraba en una residencia.

Pero los retrasos se acumularon, la tramitación administrativa fue lenta y no hubo ya valoración porque murió. «Todo tardaba mucho y la verdad que ya no teníamos ninguna esperanza. Sin embargo, a los once días de fallecer ya me llegó una carta (ver imagen de la derecha) del IASS donde me decían que el procedimiento de reconocimiento de dependencia se daba por cerrado al morir», cuenta.

«Murió y entonces sí se dieron prisa para anular y cancelar todo. Es una vergüenza. Apenas habían pasado once días y en esa situación sí que se aceleró todo», explica.

A su madre la habían valorado dos veces en casa, siempre con grado I. La última había sido hacía 5 años y, obviamente, su situación había evolucionado a más dependencia, de ahí que su hijo solicitará la revisión. En el 2017 se inició la tramitación y ahí empezaron los retrasos. «Pasaron unos meses hasta que a principios del 2018 llegó una carta a la residencia donde se decía que sí, que admitían a trámite la petición y la volverían a valorar, pero sin fecha», cuenta.

«Tampoco buscábamos dinero, pero esa ayuda nos habría venido bien porque las residencias no son baratas. Si te dicen que tienes un derecho y haces uso de él, lo menos que esperas es que la Administración responda a tiempo. Si lo hicieran con la misma rápidez que cuando se produce un fallecimiento, otra cosa sería», añade.