Un ladrón intentó ayer llevarse el radiador del motor de una locomotora diésel histórica para venderlo como chatarra. Esta pieza es de museo, pero languidece junto a otras a escasos 200 metros de la estación del AVE de Zaragoza. Las máquinas, algunas de vapor, están cubiertas por capas de grafitis y sus ventanas han sido apedreadas. El único material que sobrevive al vandalismo está resguardado en la nave industrial aledaña.

A nadie parece preocuparle la situación, pese a que todas estas piezas deberían estar ya rehabilitadas y expuestas en el proyectado museo ferroviario de la intermodal. A los responsables de la Asociación de Amigos del Ferrocarril y del Tranvía de Zaragoza, propietaria de la colección del futuro museo, única en Europa en coches de pasajeros --vagones--, se les llevan los demonios. Su presidente, el arquitecto Jose María Valero, diseñó también la intermodal, en la que el museo era una parte esencial.

Hace cuatro años que dibujó las instalaciones y hace cuatro que las instituciones no se preocupan de la cuestión. Y ahora, se ha confirmado su desaparición de los planos: la colección se ha quedado sin su ubicación oficial porque el diseño del barrio de la estación prevé soterrar todas las vías y, por tanto, el museo no tendría forma de poder mover su material.

La sociedad pública Zaragoza Alta Velocidad --integrada por el Ministerio de Fomento, por la DGA y por el consistorio-- baraja llevarse el museo junto al Ebro o a las instalaciones ferroviarias del Arrabal. El primer emplazamiento alternativo es más céntrico y accesible, pero carece de vías. Y como tenderlas costaría una fortuna, los técnicos se decantan por el Arrabal. Allí sí hay playas de vías para elegir.

El museo sólo requeriría de la instalación de las vías y de la marquesina prevista para ser una realidad. El Gestor de Infraestructuras Ferroviarias (GIF), la sociedad estatal del AVE, ha preparado la explanada junto a la estación de Delicias para este fin, e incluso el diseño de la intermodal se condicionó a la presencia de los trenes históricos.

Vagones presidenciales

Mientras los planes cambian, la colección histórica espera una oportunidad. Más de 40 piezas históricas, algunas únicas en el mundo, acumulan polvo en la nave industrial. Una de las tres ramas de la colección, la de coches-salones, atesora tres vagones presidenciales que utilizaron Manuel Azaña, el general Franco o el Rey cuando era príncipe. Disponen de baños alicatados, de cocina y hasta de radiadores.

También hay coches-cafetería, coches-cama y vagones de equipajes de los míticos trenes del Orient Express (París-Estambul) y del Sud Express (París-Lisboa). Las maderas son de ébano y las marqueterías, puro art decó. Sólo unos pocos lo pueden ver. Algún día, si las instituciones lo quieren, será accesible para todos.