Necesitamos un toro, el que sea, pero un toro que admitan todos, desde los aficionados más puristas hasta los más toreristas. Y, que tanto la empresa como la Autoridad, se comprometan a traerlo y pedirlo para que nadie pueda llamarse a engaño. Y luego unos aficionados y espectadores, que sepan verlo y degustarlo. El hecho de que nadie levantara una voz esta feria en la plaza, a la vista de algunos de los ejemplares lidiados, consagra un conformismo y falta de exigencia del público que no puede traer nada bueno. No porque haya que protestar todo, sino porque el público debe expresarse. Decir, con conocimiento de causa, lo que quiere y lo que no.