Para Donato, un lituano de 35 años, vivir en la calle «no es ni duro ni bueno ni malo», es, simplemente una supervivencia diaria en la que se pasa mucho frío, más de un momento de miedo y en la que uno conoce en primera persona la solidaridad de la gente. «Muchas veces me han dado comida, un café caliente o un poco de sopa», explica desde la que ahora es su casa.

Después de llevar malviviendo 13 años por las calles de Zaragoza y alguna que otra ciudad, ahora vive en un piso del programa Housing First, que tiene como premisa facilitar una casa y un acompañamiento social a sin techos crónicos. Se dirige a aquellas personas que, por la complejidad de su proceso de exclusión, se quedan fuera de los sistemas tradicionales de atención, viven de modo estable en la calle y sufren problemas de salud mental, discapacidad o adicciones. En definitiva, «a los excluidos de los excluidos», como resumió la concejala de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Zaragoza, Luisa Broto.

El consistorio se unió a este programa en el 2016 y desde entonces ha ofrecido alojamiento a diez personas que hoy en día siguen habitando los pequeños pisos que se les ofrecen a través del programa Hábitat, coordinado por la fundación RAIS, y que son evaluados por un equipo de expertos. Donato es uno de los diez beneficiados de este programa que tienen una media de edad entre 52 y 53 años, de los que ocho son hombres; siete españoles, dos tienen problemas de salud mental y todos alguna adicción, especialmente al alcohol.

EL MISMO SUEÑO DE SIEMPRE

Cuando tenía 17 años se vino a vivir a España con su padrastro. Lo hizo en busca de un trabajo que le permitiese mantenerse y mejorar su calidad de vida, y nada más lejos de la realidad. Los dos primeros años de estancia estuvo trabajando en el campo, en Pradilla de Ebro, y, tras quedarse sin empleo, buscó suerte en Zaragoza, donde no la encontró. «Viajé por España para conocerla, pero Zaragoza es mi ciudad».

Más de 13 años en la calle le han dejado huellas y secuelas. Tras dos años y dos meses en su nuevo piso asegura que su vida sigue igual, «pero con un techo» y con algún que otro trabajillo gracias a la Fundación Rey Ardid. «He limpiado la calles, jardines y hasta piscinas», explica, aunque ahora vuelve a estar en el paro y pendiente de solicitar un subsidio, gracias a la ayuda y al acompañamiento de RAIS.

Donato no habla mal de su vida en la calle. «Es que no es ni dura ni buena ni mala», asegura, aunque tiene más de un episodio negativo entre sus experiencias. Por ejemplo, recuerda que una noche un grupo de chavales con poco conocimiento y nula sensibilidad le golpearon con un palo y le hicieron una brecha en la cabeza.

Cuando conseguía un saco prefería dormir a la intemperie y cuando no, se colaba en algún cajero para soportar el frío polar de las noches zaragozanas. Ha acudido en varias ocasiones al albergue municipal o al refugio, pero nunca ha sido su alternativa ni su solución porque eso de convivir con gente no va con él.

Por eso tampoco ha tratado nunca de instalarse en alguno de los asentamientos que hay por Zaragoza. «Nunca me ha apetecido estar con gente, prefería estar yo solo», explica.

De carácter cercano pero de pocas palabras, asegura que tantos años sin un techo le han servido para ver la solidaridad de la gente. «Muchas veces me han dado comida o algo caliente para tomar», comenta. El lado bonito, si lo tiene, de su historia.

33.000 PERSONAS

Pero Donato no es un caso aislado, es uno de tantos. En Zaragoza se calcula que hay 120 personas viviendo en la calle, una cifra irrisoria si se tiene en cuenta que en España asciende a 33.000 personas, de las que 20.000 suelen acudir a los servicios sociales y 8.000 están fuera de la red de atención, es a estos a los que se dirige el programa Hábitat.

En España se ha producido un cronificación del sinhogarismo porque «los recursos diseñados se han hecho para apoyar a las personas de manera transitorio», según el director del programa Hábita, Roberto Bernad, que, como objetivo último y a largo plazo, busca que estas personas puedan mantenerse por sí solas y vuelvan a formar parte de la red social.