"Si hasta me he emocionado", decía ayer el presidente de Telefónica, César Alierta. Como él, cientos de invitados acudieron ayer a la gran fiesta del Día de Aragón, obligando a colgar el cartel de "lleno" en una sala de la Corona que rebosaba tiros largos , honores y caras conocidas.

Altos, bajos, políticos y apolíticos, todos soportaron estoicos las idas y venidas del protocolo, los aprietos, el calor... y la lectura, por parte del nuevo secretario general técnico de Presidencia, Ignacio Revillo, de los decretos de concesión de los premios, que hasta hizo cabecear, momentáneamente, al socialista Ramón Tejedor. El expresidente Hipólito Gómez de las Roces repetía el mismo gesto, aunque con diferente motivación: la de buscar campo de visión entre cogote y cogote. Y, mientras, el exjusticia Gastón y el socialista Membrado comentaban la ceremonia.

Además del estreno oficial de Revillo, había otras novedades: la asistencia del propio Alierta y de la alcaldesa de Teruel, Lucía Gómez, la de la recién elegida diputada por Teruel, Yolanda Casasús, el lugar preferente que ocupó el nuevo secretario de Estado Víctor Morlán y, paralelamente, el que un cargo como él acudiera al evento. Pero, sobre todo, fue una despedida, la del hasta hoy delegado de Gobierno, Eduardo Ameijide, la que acaparó todas las miradas, los apretones de manos y las palmadas en la espalda.

Además de él, fueron pocos los populares que acudieron. Y, en contrapartida, muchos socialistas, aunque visto el socorrido negro que la mayoría usó como uniforme de fiesta parecía que Zapatero hubiera vuelto a la oposición.

Los premios iban y venían. Los distinguidos, con la lección muy bien aprendida, subiendo y bajando las escalinatas como la mismísima Norma Duval y haciendo el obligado parón para la foto. En los entreactos, las charletas se acallaban con las sinfonías de Vivaldi y Mozart, interpretadas por la Camerata Aragón. O con el himno de la comunidad del Coro de los Centros de Música Santa María, que aprovechó para fotografiarse con Iglesias, Belloch y Pina, como hubieran hecho con Bustamante o con el mismísimo Beckham.

Con un pie puesto en el cóctel, la tarde abría todo su paisanaje . Desde el expresidente José Marco, hasta la perfumista Paquita Ors, con rizos y joyón, pasando por las gafas fashion que lució Chus Tudelilla, esposa del viceconsejero Juanjo Vázquez, en una tarde más propicia a la chiruca que al taconazo y el mantón.

Antes del brindis, la sala se rompió con los tambores de Calanda, con la glosa que la consejera Almunia hizo del premio Aragón y con la réplica que éste le dedicó. Pepín Bello puso en pie a la Corona . Un gran aplauso para alguien que dice de sí mismo que "no es nadie".