«Nos sentimos estafadas, humilladas y avergonzadas», destaca Agustina, una mujer que colaboró como comercial con Linceci y que ahora muestra su malestar por haber estado relacionada con esta supuesta estafa. «Me siento ultrajada porque he dado la cara, no quiero que me tachen de ladrona, he actuado de buena fe. Esto es una buena faena», remarca.

Su periplo en Linceci comenzó después de que una amiga suya, que sí trabajaba para la asociación, se lo propusiera. Fue el año pasado y realizó funciones comerciales de manera altruista hasta hace unos meses. «Me dijo que si quería colaborar y, desinteresadamente, empecé con ella. Me siento muy mal ahora psicológicamente; y ella, peor», destaca. Su cometido consistía en visitar comercios, bares, restaurantes y otros negocios para ofrecer los productos, como lapiceros o servilletas, que la empresa vendía.

Agustina relata que ella es «la menos perjudicada», puesto que se trataba de una colaboradora y no recibía emolumentos, pero muestra su preocupación por las personas que formaban la plantilla y que sí cobraban por su trabajo. Sobre ellas, la mujer se pregunta: «A ver dónde se van a colocar ahora».

Este desvelo por aquellos que se desempeñaban en la entidad tiene que ver con la ausencia de recelos alrededor de la supuesta estafa que realizaba la asociación. «Todo el mundo lo hacía con su buena fe y nadie sospechaba nada», indica Agustina, quien llegó a coincidir alguna vez con los responsables de Linceci en la oficina, aunque no llegó a tratar con ellos.

NADIE SE LO IMAGINABA

«Yo nunca he cobrado nada, en todo caso he puesto dinero. Si he ido a Pamplona a trabajar y me he querido tomar un café, me lo pagaba yo. Todo por colaborar con los niños con cáncer», insiste esta colaboradora que operó en el entorno de Zaragoza y también en otros lugares del norte de España, donde acudía para ayudar a su amiga, a quien sí exigían un mínimo de ventas para cobrar, según explica.

«Yo mi cara la he dado en Casetas y Utebo a todos mis amigos, a la gente que conocía. Como era para la lucha contra el cáncer infantil nadie decía que no. Usar esas palabras para lucrarse deja mucho que desear. Nadie se imaginaba que iba a ser así», apostilla.

Tampoco sospecharon desde Garrampa, una empresa que realiza artículos de regalo publicitarios para empresas y que colaboró con Linceci. Fue con unos precios especiales para el material de promoción, como hacen con otras iniciativas que consideran interesantes.

«Toda la información que nos mandaron en su día no nos hizo pensar en absoluto que fuera un fraude. Nuestra sensación es de total estupor, estamos indignados y lamentamos que se utilice esto para lucrarse», subrayan fuentes de esta empresa, que esperan que la supuesta estafa no quede indemne: «Queremos que a los culpables de esto les caiga todo el peso de la ley sobre ellos, hacen un flaco favor a las organizaciones que trabajan realmente por los demás. Es jugar con la buena fe de la gente y de las empresas que han colaborado con ellos a lo largo de los años», concluyen.

No solo fueron negocios y particulares los que entraron en el juego de Linceci, también lo hicieron decenas de ayuntamientos como el de Canfranc. Este consistorio colaboró durante unos pocos años con una aportación que rondó los 300 euros. Su alcalde, Fernando Sánchez, se lamenta de que, aunque esta «no es una cantidad muy importante», le resulta «penoso» que se hayan aprovechado «de la buena voluntad».

El enfoque del primer edil de Pedrola, Felipe Ejido, resulta muy similar: «No es por el dinero, que era muy poco, da rabia porque, cuando ayudas a iniciativas como esta, molesta mucho que se use de mala manera la buena voluntad», indica, a la vez que anuncia que se van a personar como perjudicados en la causa. Desde este consistorio enviaron su aportación, de unos 100 euros anuales, desde el 2015. Sobre si en algún momento recelaron, explica: «Cómo vamos a sospechar si nos presentaron datos, facturas o proyectos de ayuda».

Tampoco sospecharon en Quinto, ayuntamiento que dedicaba 100 euros desde el 2015: «Sienta muy mal que haya personas que aprovechen el cáncer infantil, que abusen de la confianza de la gente, para robar a manos llenas y estafar a la gente así», concluye su alcalde, Jesús Morales.