Javier Lambán (Ejea, 1957) parte en la carrera electoral desde la posición de actual presidente de la DGA, lo cual conlleva la ventaja de poder vender gestión y a su vez el inconveniente de que esta pueda ser atacada. El ejeano ha progresado desde la alcaldía de su ciudad hasta la DPZ para alcanzar el Gobierno aragonés, que espera revalidar.

-El pasado 28 de abril, pese a su victoria, la derecha como bloque ganó en votos, ¿qué espera que cambie de cara al 26 de mayo?

-Yo siempre dije que mi opción era que las elecciones no coincidieran, porque quería un debate específico en torno a Aragón y sus políticas. No sé qué hubiese ocurrido en una votación conjunta, pero me sentí muy a gusto en la campaña de Pedro Sánchez y ahora en esta. Las dinámicas son otras, los partidos son otros, y por tanto la repetición mimética del voto no se va a dar en modo alguno. Espero que la posición del PSOE se refuerce.

-¿Cree que perderán ustedes más votos hacia CHA respecto a las generales o la derecha hacia el PAR? ¿Prevé un trasvase de votos significativo entre las opciones de derechas?

-Pronosticar es complicado. Habrá un reajuste de votos respecto al 28-A y creo que habrá transferencia de voto entre izquierda y derecha, pero son pronósticos por intuición, no basados en estudios.

-¿No han hecho ninguno?

-Ninguno.

-Sus piques en campaña están siendo fundamentalmente con Daniel Pérez Calvo, ¿le señala eso como su principal rival?

-En absoluto. La alternativa al PSOE es el PP de Luis María Beamonte. Esos piques de los que habla son anécdotas, no estrategia.

-Pues para ser su principal rival, no está aprovechando mucho la flaqueza del título de Derecho en la Rey Juan Carlos...

-Es fácil adivinar lo que pensamos al respecto, pero quiero que la política remonte el vuelo del lodazal en el que está instalado en los últimos años. Creo en un cierto fair play, en una campaña de mostrar propuestas y capacidad de gestión. Los comportamientos que inhabilitan son evidentes, pero sería bueno que tome la iniciativa quien los comete, no que lo pidan otros.

-Volviendo a sus rifirrafes con el líder de Ciudadanos, ¿imposibilitan un acuerdo poselectoral?

-Insisto en que son anecdóticos, han tenido una trascendencia muy superior a su intencionalidad. Yo no tengo mayor interés en ellos. El PSOE es el único partido que pone sobre la mesa gestión, un proyecto de continuidad pero con elementos de renovación. El debate para la derecha se ciñe a la fiscalidad y la escuela pública y concertada.

-¿Y dónde se posicionan ustedes en estos dos asuntos?

-En los debates y mítines que va habiendo se puede apreciar cómo la izquierda, el PSOE, defiende qué modelo de país y servicios quiere, con su financiación. La derecha apela a su habitual reducción de impuestos, lo cual conlleva necesariamente menos servicios públicos o la creación de un Aragón dual, con servicios públicos de bajo nivel para pobres y superiores para quien pueda pagarlos privados.

En el mismo sentido, el debate entre la pública y la concertada se plantea de forma muy tramposa, porque no es un debate contra la libertad de elegir. Ahora bien, lo que entendemos es que la obligación de los poderes públicos es promover la educación, como la sanidad, de manera universal, concertando cuando es imprescindible. La libertad que entiende la derecha cuando gestiona es cerrar progresivamente colegios públicos y concertar, lo que empobrece la educación pública y crea dualidades. Nosotros no perseguimos a la concertada, de hecho hemos mejorado las condiciones laborales de sus profesores. Pero la apuesta por la pública ha tenido una consecuencia interesante: la apuesta por la calidad ha hecho aumentar la matrícula en la pública un 3,5% y la ha reducido en la concertada en la misma proporción.

-¿Cree que el votante ha de saber con quién pactará el partido al que vota? ¿Con quién lo haría usted?

-Yo me niego a entrar en ese debate. Aunque es improbable, cualquier partido ha de aspirar a gobernar con su programa, en solitario. Luego habrá que entenderse con todos, aunque haya grupos más afines, según los resultados. Yo soy socialista, constitucionalista, defensor a ultranza del Estatuto de Autonomía de Aragón, europeísta y feminista. Son los principios que defiendo y no estoy dispuesto a renunciar a ninguno para gobernar.

-¿Para todo el gasto social y la inversión pública que proponen mantener o incluso ampliar, bastan los impuestos actuales?

-Hay que tener ciertas cosas claras: las comunidades autónomas tienen que tener una armonización fiscal, como ya hemos propuesto reiteradamente en el Consejo de Política Fiscal y Financiera. No tiene sentido que haya distinciones, de hecho accedimos a reformar el impuesto de Sucesiones precisamente porque no era justo que se gravasen más que en otros territorios. Dejando esto claro, habría que decidir qué queremos pagar, una decisión vinculada al modelo de país, y ver cómo se financian los servicios y la I+D+i. No se puede recurrir a la deuda, es un problema gravísimo. Y la presión fiscal en España, por mucho que se diga, está muy por debajo de la media europea y no es abusiva.

En resumen, hay que decidir qué queremos, cómo lo pagamos y sobre quién recaen los costes. A partir de aquí, desde la izquierda apostamos por la progresividad de los impuestos. Pero insisto en que esto debe ser una decisión nacional, hay que tender a la armonización fiscal porque yo no voy a gravar más a los aragoneses que a los andaluces o madrileños. Ni a los ricos, ni a los pobres ni a los medianos.

-¿Hasta qué punto confía en que el Pedro Sánchez pueda cumplir su compromiso de tener en cuenta el envejecimiento y la dispersión territorial en la financiación autonómica?

-Hasta el punto de la confianza que le tengo y de los 123 diputados del PSOE en el Congreso. Es evidente que se tienen que dar pasos. Yo estoy muy orgulloso de haber reunido a cinco presidentes autonómicos del PSOE y PP en Aragón y haber acordado una posición común sobre despoblación y financiación autonómica, que son dos caras de la misma moneda, y haberla llevado a Bruselas, además de haber encontrado en la Unión Europea una coincidencia de criterios total. Lo que ocurre es que esta confluencia de opinión se tiene que dar también en España, con otras comunidades autónomas en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, donde se debe acordar una aportación de recursos sustancialmente más elevada. Esto vuelve a poner en evidencia el contrasentido de la derecha, que también pide más inversión pero sin impuestos.

-Hablando del funcionamiento de los servicios, ¿cómo se explica que ustedes aporten datos de que las listas de espera bajan y la oposición otros de que se incrementan?

-Las listas de espera no se pueden evaluar en cuestión de un mes, sino a lo largo de toda la legislatura. La realidad es que en la anterior, un aragonés tardaba de media 145 días en ser atendido, y actualmente son 93. Son más de 50 días de reducción, aunque es verdad que en los últimos meses ha aumentado, porque los anestesistas han decidido que los aragoneses no tienen tanta prisa y no trabajan por la tarde. En cualquier caso, hemos cumplido los objetivos de contratar a 300 profesionales más, hemos invertido 38 millones de euros en mamógrafos frente a los 3 del PP y hemos desatascado los proyectos de dos hospitales a los que el PP puso trabas, en Alcañiz y Teruel.

-¿Es inevitable tener que inyectar dinero en la sanidad privada para agilizar las listas de espera?

-En realidad es el mismo debate que el de la escuela pública. Ya me gustaría a mí que el sistema público pudiera abarcarlo todo, pero cuando es imposible, a nadie se le caen los anillos por conveniar. Pero esto no es un problema del PSOE sino de la sociedad, garantizar la universalidad. En Francia este debate sería implanteable, ni Le Pen cuestiona la educación y la sanidad públicas.

-¿Le satisface cómo ha clarificado Pedro Sánchez el ‘no es no’ al independentismo últimamente?

-Siempre he dicho que Pedro Sánchez trataba de explotar al máximo la vía del diálogo, lo que no es reprochable. Mi única prevención es que yo era pesimista, pero había que intentarlo. Terminó como terminó, con la disolución del Congreso (después de que los independentistas tampoco apoyaran los Presupuestos Generales del Estado), y frente a los que auguraban un cataclismo por las inconfesables alianzas del presidente, los hechos han puesto de manifiesto que eran falacias. Los límites del PSOE los marca la Constitución, y lo estamos volviendo a ver con el veto a Iceta (para presidir el Senado). Que se siga hablando de complicidades con el independentismo, o es desinformación o es malevolencia.

-¿Cree que fue un error estratégico de la derecha cargar tanto las tintas contra las supuestas alianzas con los independentistas?

-Error de la derecha no sé, pero lo cierto es que los efectos son devastadores para la política en general. Abren brechas que parecen infranqueables a la hora de alcanzar grandes consensos y unos desafíos de tanta magnitud como los que se plantean actualmente, un partido solo no los puede afrontar.

-¿De qué se arrepiente más de la anterior legislatura?

-De no haber sacado adelante la Renta Social Básica. Nosotros fuimos diligentes y la presentamos en febrero del 2016, lo que nos costó tramitarla tras llegar al Gobierno. Pero la actitud de Podemos, que en general fue positiva durante la legislatura, impidió que se aprobara, cuando en Valencia la copiaron y allí la votaron a favor. No entendemos por qué aquí no.

-Desde su experiencia política, ¿cree que es casualidad que hayan salido ahora sentencias con carga política como la del colegio Ánfora o la de Plaza?

-Creo que ante este tipo de preguntas, un representante político tiene que refrenarse y por respeto a la Justicia y a la división de poderes, responder que sí, que es casualidad.

-¿Considera sostenibles los modelos de macromataderos y ganadería intensiva que su Gobierno está impulsando?

-Una comunidad autónoma que reunciara a los macromataderos, como usted los llama, a la ganadería intensiva y a la industria no se estaría dando un tiro en el pie, sino en el estómago, porque la posición de liderazgo que perderíamos estarían ansiosos de ganarla nuestros vecinos. Cataluña y Aragón lideramos los mataderos y granjas de porcino, pero Aragón crece mientras que Cataluña ya agota sus posibilidades medioambientales. Y es la más avanzada económicamente, así que no me parece que llevemos un mal camino. Se puede apostar por el modelo de que cada uno tenga su cerdito y su tomatera en casa, pero en Zaragoza lo veo complicado, y con un mercado chino con 1.400 millones de personas que esperan nuestros cerdos, nuestro vino y espero que en breve nuestro vacuno, no lo veo viable. Desde luego, los que hablan de despoblación no sé cómo van a paliarla sin empleo, sin agricultura y ganadería, aparte de industrias como las energías renovables.

-Económicamente deja claro que sí, pero ¿es sostenible medioambientalmente?

-En esta legislatura hemos dado un fuerte impulso a la agroalimentación pero siendo conscientes de la necesidad de cumplimiento de los acuerdos de París sobre reducción de emisiones de CO2, lo que nos obliga a ser muy cuidadosos con las fuentes difusas (las que no son de grandes empresas). Una vez que la ciencia ha demostrado que el uso de los purines para generar energía no tiene sentido, el decreto de la DGA se basa en su aprovechamiento como fertilizante, lo que puede ser una excelente salida para su gestión. La investigación en bioeconomía que se está desarrollando en Platea dará sorpresas formidables en poco tiempo.

-¿El mundo empresarial aragonés es receptivo a la innovación y la sostenibilidad?

-La clase empresarial aragonesa está dando unas muestras de responsabilidad y compromiso de las que me siento orgulloso. Pero en el futuro será imprescindible que se impliquen en la I+D+i, y tenemos el hándicap de que esta inversión solo pueden hacerla las grandes empresas, mientras en Aragón por lo general el tejido es de pequeñas y medianas, sin masa crítica para ello. De ahí que se busquen fórmulas de clúster u otras agrupaciones. Nos tenemos que proponer que se llegue al 2% del PIB en investigación, y estamos bastante lejos, por mucho que hayamos duplicado la inversión esta legislatura. Esto se conseguirá con iniciativas como el Pacto por la Ciencia, en el que Aragón hemos sido pioneros. Y presumimos poco de ello.

-¿Cree que sigue vigente la máxima de que la derecha gestiona mejor la economía y la izquierda solo se preocupa de los derechos sociales?

-Creo que en este sentido Aragón ha sido un laboratorio de políticas sociales del siglo XXI, con un incremento del gasto social con aumento del empleo y cumplimiento del déficit. No es sencillo, hay que adoptar decisiones como sacrificar las inversiones en carreteras, nuestro punto flaco esta legislatura. Pero esto refuerza la necesidad de financiación y de un sistema impositivo justo, que redistribuya la riqueza, porque si no se crea un sistema ineficiente e inviable. Cada vez hay más consenso entre los economistas sobre que la desigualdad impide el crecimiento.