El funcionamiento de un Instituto Confucio dista mucho del modelo tradicional de academia o de escuela oficial de idiomas que se concibe en España. Es el equivalente al Instituto Cervantes, con una diferencia evidente: el potencial económico y los recursos que se destinan en China y España a este tipo de iniciativas. El país asiático ha ampliado sus lazos con países de todo el mundo para atender una demanda creciente que es fruto del aumento de las relaciones comerciales. Y, en este sentido, triunfa una fórmula en la que, aparte de la formación, se aplica un modelo de intercambio de alumnos, en una vinculación entre universidades (para mandar entre las ciudades colaboradoras alumnos o profesorado, que solo tienen que hacer frente a los costes del vuelo internacional. Todo lo demás está pagado. También se distingue en que el material necesario para la formación se ofrece por parte del instituto, que incluso está distribuyendo ya en España material didáctico a los centros educativos (de Primaria o Secundaria) que empiezan ahora a introducir el chino como asignatura curricular. Y otra diferencia son las múltiples becas que ofrecen, un centenar en el último año, para diferentes programas.