El verano del 2018 no es un verano más para Ordesa. Se cumplen 100 años de su declaración como parque nacional y, en principio, todo apunta a que, por este motivo, podría recibir un número récord de visitantes y superar los 156.000 que recibió en agosto del 2016 y los 104.000 de julio del mismo año.

Con todo, en la dirección del enclave natural, denominado oficialmente Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido desde su más reciente ampliación, no creen que una mayor afluencia de visitantes entrañe un riesgo de masificación inmanejable.

«No sabemos si habrá una avalancha de público, pero sería esperable que así fuera porque el nombre del parque, a raíz del centenario, está saliendo en todos los medios y eso crea un efecto llamada», asegura Manuel Montes, director del parque.

No obstante, no desean hacer predicciones sobre un probable aumento de la afluencia. «Las noticias que aparecen en los medios, a diario, cada vez que una empresa se convierte en patrocinadora del centenario, puede atraer más excursionistas», reconoce Montes. Pero, al mismo tiempo, piensa que toda esta publicidad puede tener «el efecto contrario» y disuadir a muchos visitantes potenciales que desean evitar las aglomeraciones.

600.000 CADA AÑO / «Nunca se sabe de antemano lo que puede pasar», dice con cautela. Y recuerda que, por ejemplo, el año pasado se produjo un descenso de los visitantes, con 142.850 en agosto y 94.750 en julio.

Ordesa se mueve en torno a los 600.000 visitantes anuales «desde hace mucho tiempo», precisa Montes. Se trata, según sus palabras, de una cifra asumible y con un reparto muy desigual a lo largo del año. «En invierno hay pocos, de forma que el grueso se concentra en verano, si bien con una marcada tendencia al crecimiento en los meses de otoño», aclara el responsable de la más importante zona natural de Aragón. Sin duda, la posibilidad de ver el llamativo cambio de tonalidad de la vegetación actúa como un poderoso imán que moviliza a muchos aficionados a la naturaleza.

1.800 PERSONAS de aforo / La clave de que no se desborde el número de visitantes, señala Montes, es que Ordesa cuenta con un sistema de control numérico en su entrada occidental por Torla. «Como tope, solo puede haber 1.800 personas simultáneamente en el fondo del valle, entre la Pradera y la Cola de Caballo», explica. Para mantener ese límite, cuando se alcanza el máximo de excursionistas, dejan de expenderse tíquets para el autobús que, en las fechas de mayor afluencia, comunica Torla con la entrada del parque nacional.

Además, para mayor control, cuando no hay servicio de autobuses y se rebasa la capacidad de aparcamiento de la Pradera, se baja la barrera existente en el puente de los Navarros, junto al desvío de Bujaruelo. La lanzadera parte del parquin existente junto a Torla, que es de «gran capacidad» y, en Semana Santa y los meses de julio y agosto se llena por completo». Sin embargo, Montes considera que el estacionamiento resulta «suficiente» para las necesidades actuales.

En ocasiones, Ordesa puede parecer desbordado por los visitantes veraniegos. Pero el director piensa que se trata de una impresión más subjetiva que real. «El problema es que todo el mundo hace lo mismo y va a los mismos sitios dentro del parque, mientras que en determinados lugares, más apartados o exigentes, puede haber mucha tranquilidad», opina.

No en vano la superficie del Parque Nacional de Ordesa ocupa la extensión equivalente a más de 15.000 campos de fútbol, en un marco fragmentado y tan agreste y que, en gran parte, solo es accesible para los montañeros más preparados. Incluso así, no es el único público que moviliza cada año, ya que son muchas las familias que se acercan, de Aragón y de otras comunidades autónomas y países, para recorrer sus praderas. En una estancia que, además, resulta barata.