El PP es en estos momentos una olla a presión. Algunos alcaldes, barones territoriales y presidentes autonómicos ven peligrar sus puestos en las próximas elecciones del 26 de mayo no por su gestión individual sino por el lastre que supone el resultado del domingo, cuando el partido registró su peor marca: de 137 cayó a 66 escaños. Pablo Casado es consciente de esa situación, en la que se combinan aspiraciones personales, instinto de supervivencia y tristeza al ver que Ciudadanos amenaza el cómodo estatus que el PP había tenido hasta ahora. Los populares han reunido 4,35 millones de papeletas y los liberales, 4,13. José María Aznar, vía FAES, pidió ayer de nuevo que la derecha se «reunifique». El asunto es que puede que el que acabe acometiendo esa misión sea Albert Rivera y no Casado.

Para evitar que esa presión interna se escape en cualquier momento, el presidente del partido; el secretario general, Teodoro García Egea, y el resto de vicesecretarios cogieron el móvil ayer y telefonearon a dirigentes del partido de toda España para pedir calma y reclamar apoyo a la dirección en este momento tan delicado, a puertas de las elecciones locales, regionales y europeas de dentro de cuatro semanas.

PROYECTO «A LARGO PLAZO»

El silencio mediático en un partido caracterizado en esta etapa por la sobreexposición de sus altos cargos era revelador en este inicio de semana. Sobre la una de la tarde, García Egea convocó a la prensa, con poco margen, para lanzar dos mensajes, uno interno y otro externo: Casado no va a dimitir y Rivera tiene que saber que, por mucho que les separen algo más de 200.000 votos, esa diferencia supone nueve escaños y no le va a dejar el papel de líder de la oposición. «Su proyecto es a largo plazo y necesitamos el tiempo que todo el mundo ha tenido», subrayó el número dos del PP dirigiéndose a los que están pensando en que Casado puede tirar la toalla. Él se ve en el Congreso, frente a Pedro Sánchez: «A partir de hoy, durante cuatro años, el líder de la oposición se llama Pablo Casado», aseguró García Egea.

El presidente de los conservadores ha convocado hoy el comité ejecutivo nacional (con dirigentes populares de toda España) para analizar los resultados y hacer «autocrítica». Afirmó García Egea que se «cambiará lo que haya que cambiar». Asume que algo habrá que modificar de manera inmediata para evitar una respuesta parecida en las urnas el 26-M. ¿Modificará Casado su equipo introduciendo algún perfil más centrista en la dirección del partido, toda vez que las listas al Congreso son las que son y ya no se pueden cambiar? ¿Cambiará el discurso, intentando dar marcha atrás al proceso de derechización que activó en cuanto asumió el cargo? García Egea se negó a dar pistas y adelantar la «estrategia» y se defendió diciendo que es imposible «hacer autocrítica en una noche».

No acabó de reconocer, en cambio, que la radicalización de las políticas del PP para intentar gustar al votante de Vox haya sido uno de los problemas principales. «Hoy hemos hablado con total normalidad con los barones territoriales, los presidentes autonómicos y provinciales y también con algunos alcaldes. A partir de mañana, todos con la vista puesta en las autonómicas y municipales», aseguró.

A la cumbre no está previsto que acuda Alberto Núñez Feijóo, el presidente de la Xunta de Galicia, una comunidad donde Vox no ha conseguido ningún diputado. No irá porque tiene sesión de control en el Parlamento autonómico, pero su espíritu estará presente. La figura de Feijóo, que no quiso presentarse a suceder a Mariano Rajoy el año pasado, vuelve a aparecer en las conversaciones con dirigentes territoriales que se quejan, todavía en privado, de que Casado haya «radicalizado» al partido. La tradicional moderación del presidente de la Xunta y su capacidad para frenar a Vox son dos hechos que se subrayan en las conversaciones que unos y otros se cruzan estas horas. Los móviles echan humo, sobre todo los de los alcaldes y presidentes autonómicos que temen pagar personalmente en las urnas los errores de estrategia de Casado.

CASADO, SUMA O RESTA

Su posición, y la de sus supuestos fichajes estrella, es delicada en los próximos días. El líder del PP renovó de arriba abajo el partido y las listas al Congreso y al Senado sin tener en cuenta la experiencia y la meritocracia, un hecho que ha sembrado desconfianza en algunas organizaciones territoriales. Casado sabe que tiene que medir muy bien qué papel debe desempeñar en la próxima campaña, donde algunos alcaldes y barones pueden pensar que resta más que suma.

Su objetivo es aguantar y tratar de que el 26-M el PP recupere algo de fuelle y seguir al frente. En la dirección, tras llegar a culpar el domingo por la noche a los electores de haber dividido el voto, muestra más de su nerviosismo, piensan que los simpatizantes de Vox ya se han dado cuenta de que su voto de «cabreo» no se ha traducido en escaños ni en sacar a Sánchez de la Moncloa.