Pasado y presente, memoria e invención se dan la mano en esta novela de Ana Alcolea que transcurre a finales del siglo XIX y cuyo punto de llegada es Zaragoza. La iglesia de San Antonio, la de San Gil, el polvorín de Torrero, el mausoleo de Joaquín Costa, el Casino Mercantil y el café Moderno son algunos de los paisajes que se pueden leer.