El candidato de Ciudadanos fue quien más elevó el tono respecto al primer debate. Buscó (y encontró) el cuerpo a cuerpo con Pedro Sánchez y con Pablo Casado, a quien llevó a su terreno en algunas ocasiones. Atacó primero al candidato del Partido Popular para marcar distancias en políticas sociales y económicas, pero luego se cebó en el aspirante socialista sobre todo cuando se abordaba el conflicto catalán.

El candidato del PP quiso repetir el guion del debate de RTVE evitando llevar la iniciativa, pero tuvo que embarrarse desde el principio para defenderse de las embestidas de Sánchez y Rivera. Contratacó con más efectividad que el lunes, pero se le notó algo descolocado por los golpes del presidenciable de Cs en materia social y económica. Tampoco fue más allá de su manual a la hora de hablar de Cataluña.

Menos aferrado a la Constitución que el lunes, el candidato de Unidas Podemos exhibió aplomo para tratar de zafarse del fuego cruzado entre sus tres contrincantes y alejarse de su imagen rebelde. Su protagonismo fue de menos a más. Supo colocar de forma eficaz sus mensajes y se defendió bien en el correoso debate sobre Cataluña, sobre todo cuando apoyó un referéndum de autodeterminación.

El candidato del PSOE abandonó el perfil institucional del primer debate del lunes y salió desde el principio a intentar neutralizar las acusaciones de las derechas. Le beneficiaron los encontronazos entre Pablo Casado y Albert Rivera, y apuntaló los puentes con Pablo Iglesias. A diferencia del debate del lunes, esta vez aprovechó para lanzar propuestas concretas y reiterar las líneas rojas al independentismo.