Los ataques, hostigamientos y emboscadas suponen el mayor riesgo al que deberán enfrentarse las tropas españolas en su repliegue. Aunque hasta hace pocas semanas estas acciones tenían lugar sobre todo en el famoso "triángulo suní", la inestabilidad generada por la revuelta de los seguidores de Moktada al Sadr ha convertido el centro y sur del país en un área peligrosa.

Los métodos utilizados por los insurgentes iraquís para llevar a cabo estas acciones han sido muy variados, y han evolucionado a lo largo del conflicto. Inicialmente se recurría a esperar a los convoyes y patrullas norteamericanas en un tramo de carretera para después abrir fuego con lanzagranadas y armas ligeras sobre los vehículos. Este tipo de emboscadas causó muchas bajas en las filas rebeldes, dada la superior potencia de fuego de los vehículos emboscados. Fue necesario recurrir a métodos más sofisticados para garantizar la supervivencia de los atacantes.

La utilización de artefactos explosivos improvisados (los norteamericanos los denominan IED) se ha convertido en el procedimiento más común. La naturaleza de un IED puede ser muy variada, desde un proyectil de artillería del antiguo Ejército iraquí, hasta ingenios fabricados artesanalmente. Se colocan disimulados en casi cualquier parte: montones de basura, coches abandonados, farolas o cadáveres de animales atropellados. Su activación se efectúa a distancia mediante un sistema eléctrico o, en las versiones más sofisticadas, utilizando teléfonos móviles, o incluso los mandos de control remoto de los garajes. Estos artefactos han causado la mayor parte de las bajas norteamericanas en el conflicto y permiten a los atacantes escapar normalmente al fuego de respuesta.

También han sido frecuentes los ataques en movimiento, mediante vehículos que hacen fuego sobre los últimos elementos de un convoy, para después tomar rápidamente un desvío lateral y alejarse. El hostigamiento utilizando morteros y cohetes es también un procedimiento popular entre los insurgentes, aunque su fuego resulta habitualmente muy impreciso y suele causar más bajas entre la población civil que entre las fuerzas de la coalición.

Los ataques contra aeronaves constituyen un asunto importante para los rebeldes, por la gran repercusión mediática de los derribos y por el elevado número de bajas que frecuentemente causan. Se han atacado helicópteros volando a baja altura utilizando lanzagranadas RPG-7 de una forma similar a la que se muestra en la conocida película BlackHawk derribado , aunque no resulta nada fácil alcanzar a un helicóptero en movimiento con este tipo de arma. Más apropiados para esta tarea son los misiles portátiles SA-7, pese a que su cabeza buscadora de calor puede ser desviada del objetivo por las bengalas con las que van equipados los helicópteros.

La preocupación en estas últimas semanas es que los insurgentes han comenzado a realizar acciones más complejas. La sublevación en Faluya ha implicado a un elevado número de combatientes, no sólo defendiendo la ciudad, sino realizando múltiples emboscadas coordinadas sobre las fuerzas norteamericanas que han establecido el cerco, y sobre sus líneas de abastecimiento. En las zonas de mayoría shií las acciones de los seguidores de Sadr han sido espectaculares, aunque muchos menos efectivas.

La razón de este diferente grado de eficacia está en la propia naturaleza de la insurgencia. La mayor parte de los cuadros de mando militares, y la práctica totalidad de los miembros de las fuerzas especiales del antiguo régimen, pertenecían a la minoría árabe suní. Muchos se han integrado en los grupos insurgentes, proporcionándoles su experiencia militar. Los grupos shiís, sin embargo, parecen por el momento más provistos de voluntad que de habilidad para el combate.

En los cerca de 500 kilómetros que deberán recorrer las fuerzas españolas desde sus posiciones actuales hasta su destino en Kuwait, el riesgo de emboscadas será un factor a tener muy en cuenta. Los recientes ataques contra algunas patrullas así lo confirman. El método utilizado ha sido una combinación de artefactos explosivos, fuego de lanzagranadas y armas ligeras. De momento, la reducida eficacia y coordinación de las milicias shiís y, sobre todo, la profesionalidad de las fuerzas españolas han salvado la situación, evitando bajas no sólo entre los miembros del contingente, sino entre la población civil, algo que requiere un grado de sangre fría nada fácil de conseguir cuando se entabla combate abierto en una zona urbanizada.

Los destacamentos españoles han sufrido también ataques con morteros ligeros que, en las últimas semanas, se han convertido casi en habituales. Las obras de fortificación realizadas en los primeros meses de estancia en Irak se han mostrado especialmente útiles frente a este tipo de agresión.

Según progresen hacia el sur los convoyes españoles se moverán en zonas cada vez más seguras. Las emboscadas no son frecuentes en la zona de Nasiriya-Basora, aunque allí están actuando algunos grupos aislados de insurgentes. La amenaza de las milicias de Moktada al Sadr continuará sin embargo presente, especialmente en las proximidades de las ciudades más importantes.

Los métodos para evitar estos ataques son sencillos sobre el papel, aunque su aplicación práctica puede complicarse. En primer lugar resulta fundamental el mantenimiento del secreto sobre los tiempos y los itinerarios precisos en los que se ejecutará cada movimiento.

En segundo lugar, una información actualizada sobre los puntos más peligrosos del itinerario, así como de los movimientos y actitud de los grupos potencialmente hostiles en la zona.

Por último, una buena estructura de escolta, combinando la potencia de fuego de los Vehículos de Exploración de Caballería (VEC), la capacidad de reacción de los pelotones de infantería transportados en los BMR (Blindados Medios de Rueda), la habilidad para limpiar los itinerarios de obstáculos y trampas explosivas de los Vehículos de Combate de Zapadores (VCZ) y las posibilidades de observación y reconocimiento de los helicópteros. Todo ello, aplicando un despliegue amplio que evite que todo el convoy pueda caer a la vez en una zona de emboscada.

En definitiva, una tarea peligrosa, aunque en absoluto desconocida para las fuerzas españolas que ya han debido aplicarla en diferentes operaciones durante la última década.