El comentario omnipresente estos días en las conversaciones entre pensionistas está cargado de sarcasmo: «Estoy pensando en qué voy a gastar el aumento de la pensión a partir de este año». La lista de posibilidades será bastante corta, puesto que los 2,3 euros de incremento medio mensual de las pensiones, 32,2 euros anuales, dan poco juego.

Por quinto año consecutivo, los 9,5 millones de pensiones existentes en España han visto cómo el Gobierno subía esas pagas solo el 0,25% en un intento de contener el gasto de la Seguridad Social y enjugar un déficit que sigue pendiente de una reforma para mejorar los ingresos que espera una oportunidad de entrar en las prioridades del debate político, monopolizado en los últimos meses por el conflicto político de Cataluña. Aunque el sistema público de pensiones da síntomas de mejora -con una aceleración de los ingresos por cotizaciones-las previsiones apuntan a que el agujero económico seguirá e incluso puede agravarse en unos años con la jubilación de la generación del baby boom.

En noviembre pasado, los números rojos del sistema eran de casi 19.000 millones y cerrarán el año por encima de los 18.000, según las estimaciones de Enrique Devesa, profesor de la Universidad de Valencia y miembro del grupo de expertos que asesoró al Ejecutivo en la última reforma de las pensiones. «La recuperación del déficit y del índice de revalorización de las pensiones va a ser muy lenta», advierte.

LA REVALORIZACIÓN

«En el barrio de la Trinidad, en Málaga, tocó el Gordo. Aquí, en el barrio del Perchel, solo nos tocó la pobreza». A las puertas de un Centro de Mayores, Elisabeth Castellanos e Inma Romero (72 y 64 años, respectivamente) ironizan con su suerte como jubiladas y «el premio» que les ha tocado con la subida de pensiones. «Sale apenas para un café, y al mes; es una injusticia», lamentan.

Inma Romero forma parte del 60% de pensionistas españoles que perciben una cantidad por debajo de los 1.000 euros al mes. Dentro de ese numeroso grupo, el 15% de los jubilados cobran un máximo de 500 euros. Entre los 1.000 y los 2.000 euros mensuales, se sitúan el 23,6% de los pensionistas, mientras que una minoría del 13% recibe más de 2.000 euros. Todos ellos han visto cómo sus pensiones han ido perdiendo poder adquisitivo en los últimos años, en los que la inflación ha superado con creces las subidas mínimas del 0,25% que prevé la última reforma de la Seguridad Social. La pérdida acumulada en España desde el 2010 asciende a una media de 2.387 euros.

Con su pensión de apenas 800 euros, Inma tiene que apañárselas con sus dos hijos. Y el dinero, aunque se mira al céntimo, es imposible que alcance. Ella hace recuento. No recuerda la última vez que pudo salir a comer a la calle; el cine, solo los miércoles, «que con el carnet de jubilado es más barato». «Y no siempre, porque luego las amigas se quedan a tomar algo, y yo no puedo, porque al gasto del bar le tengo que sumar el del taxi si pierdo el autobús, y es imposible». Sus ingresos, además, no le justifican la gratuidad del abono para el transporte público.

Inma continúa con sus cuentas. Las mantas son la alternativa económica a la calefacción, y en la comida, muchas veces, como el viernes pasado, sale más a cuenta comprar la ración en el centro de mayores. «Traigo el táper y me lo ponen dentro. Hoy, bacalao frito y boquerones en vinagre. Así no gasto luz y variamos el menú». Aun así, muchos meses, más de los que quisiera, reconoce que toca acudir a la familia a pedir ayuda para poder llegar a fin de mes. Y en estos casos, ríe comentándolo con pudor, «lo prestado es primo de lo regalado», porque no siempre puede devolverse. Y antes de marcharse fantasea con poder realizar alguna excursión este año. «Cerquita, y aunque me tenga que llevar de casa el bocadillo de tortilla», añade.

En muchos otros casos, no son los pensionistas los que tienen que pedir ayuda económica a su familia, sino al revés. «Los jubilados, con su pensión, han sido el sostén de muchas familias que lo han pasado mal durante la crisis y lo siguen siendo, porque aunque ahora haya más trabajo, muchos sueldos no llegan ni para pagar el piso y la comida», subraya el zaragozano José Luis Romero, que apunta que por eso es tan importante que los pensionistas dejen de perder poder adquisitivo.

Este jubilado de 68 años, que forma parte de la Unión de Pensionistas de UGT Aragón, advierte de los riesgos futuros si el Gobierno «sigue cediendo a las presiones de aseguradoras y entidades financieras, que buscan impulsar las pensiones privadas». «Con los salarios actuales, solo unos pocos podrán ahorrar para su prestación futura, lo que aún generará más desigualdad en la sociedad», denuncia el zaragozano.

CÓMO ESTIRAR LA PAGA

Cada pensionista tiene sus trucos para intentar llegar a fin de mes. Mari Carmen Pascual empezó a trabajar con 14 años, tiene 75 y cobra menos de 400 euros de pensión. Su marido, unos 500, y con la subida de este año recibirán 2,5 euros más al mes. Entre los dos. «Nos apañamos», dice. Explica que no son «de lujos» pero que «los caprichos son imposibles». «No nos podemos ir a tomar aperitivos, nos lo hacemos en casa», cuenta con una sonrisa. Irse de vacaciones ni siquiera está ni en el debate.

Cobra su pensión del tiempo que trabajó en un taller de bolsos en Valencia. Su marido trabajó hasta los 50 en una tienda de deportes que cerró y tuvo que pagarse la cotización durante una década. «Habrá muchos más como nosotros», apunta sin tener que mirar las estadísticas.

«Necesidad no pasamos», afirma con dignidad. «En mi nevera no me falta de nada, que si la veo vacía me amarga», cuenta divertida. Después desgrana las lonchas, los gramos y los precios de sus compras. Se vive al detalle y al día. «Mi marido lo apunta todo en una libretita. La luz, el agua... Antes no come que dejar de pagar la escalera. Él me lleva loca con la luz y yo llevo mucho cuidado con el agua. Siempre lavo en frío, pero es que ahora no se mancha», se defiende.

«Sabemos de dónde no podemos pasar», detalla y dice que siempre ha sido así. «Teníamos que pagar el piso en 15 años y lo pagamos en cinco porque nos fuimos diez a la vendimia», recuerda. Y se escandaliza si se le habla de una residencia. «Si no vendemos el piso, ¿de dónde? No tenemos ni un euro en el banco y encima me llaman diciendo que me conceden un préstamo de 3.000», dice atónita.

REIVINDICACIÓN

Ante este panorama, los jubilados españoles se debaten entre la resignación y la movilización, incluso los que admiten que están por encima de la media. «Me preocupa la pensión que tendrán las generaciones futuras más que la mía, aunque estoy perdiendo poder adquisitivo», insiste el zaragozano Romero, que trabajó casi toda su vida en Telefónica.

Como Romero, el secretario general de la Unión de Jubilados y Pensionistas de UGT Aragón, Tomás Yago, siempre ha estado vinculado al movimiento sindical y se ha preocupado por la defensa de los derechos de los trabajadores. Él también es consciente de que el futuro del sistema público corre peligro, pero insiste en que, al final, serán decisiones políticas las que garanticen su viabilidad. «Somos de los países europeos que menos destinamos a pensiones, así que vale ya de meter miedo a la gente; aquí lo que hace falta es una apuesta decidida por asegurar la dignidad de miles de españoles», comenta Yago, que apunta que es cierto que la afiliación ha bajado, pero la productividad ha subido. «Parte de ese dinero habrá que destinarlo a esta partida», concluye.