Antonio Delgado cerró las puertas del tren tras recoger a los viajeros que esperaban en la estación de El Pozo. "Entonces noté una sacudida muy fuerte y un ruido un poco sordo", recuerda. La primera bomba acababa de estallar. "Cuando vi colgar el cable de la catenaria me di cuenta de que algo gordo había sucedido, accioné el mando de los retrovisores y vi que en la parte central del tren había humo".

Los segundos que transcurrieron a partir de ese momento fueron los más largos. Y aún faltaba otra explosión. En ese instante, con los retrovisores en su lugar, recuerda el maquinista, "vi cómo reventaba otro coche y salían cuerpos despedidos por todos lados. Entonces ya me di cuenta de que aquello era algo terrible". Tan sencillo como darse cuenta de que la vida ya no volvería a ser la misma.

Inmediatamente, Antonio pulsó el botón rojo de emergencia, que nunca, en sus 11 años de servicio, había tenido que apretar. El recorrido de aquel jueves lo había iniciado en la estación de Guadalajara, a las 6.50 horas.

Y la pesadilla no hacía más que comenzar. "Cuando salí de la cabina vi restos humanos por todas partes, desde el lugar de la explosión hasta el final del andén, que son como tres o cuatro coches. Vi trozos de carne y no comprendía que eran restos humanos".

Mal dormir

Pero no se trataba sólo de los cuerpos mutilados. También se trataba de los heridos en busca de socorro. "Ayudé a algún viajero que salía por el extremo del andén, incluso alguno me pedía el móvil porque no conseguía hablar con la familia. Ahora me duele mucho no haber hecho más de lo que hice pero no podía, estaba destrozado, llorando, y no podía meterme allí dentro porque no tenía fuerzas".

Antonio recibió atención psicológica y ha regresado al trabajo. "Duermo relativamente bien pero me despierto antes de lo habitual. Ahora me despierto sin reloj".