Los repartidores de las plataformas (Glovo, Deliveroo o Uber Eats) que llevan recados o comida a domicilio en Zaragoza viven con desconcierto y división de opiniones la actuación de la Inspección de Trabajo. El colectivo es numeroso en esta ciudad, donde estos negocios han calado con fuerza. Los hay que aplauden la intervención pero otros la ven con recelo porque consideran más favorable seguir como trabajadores autónomos, según los testimonios recabados por este diario.

«Queremos seguir como estamos. Si la Seguridad Social nos obliga a estar en el régimen general tendremos peores condiciones en cuanto a flexibilidad de horarios y ganaríamos menos dinero», lamenta Javier (nombre ficticio, un rider zaragozano de Deliveroo. Tiene 33 años y asegura ganar entre 2.700 y 3.000 euros brutos al mes por entre 6 y 7 horas de servicio de lunes a domingo. Defiende que la mayoría de los repartidores están a gusto con el modelo laboral de este tipo de plataformas. «Es con diferencia la empresa que mejor me ha pagado de los 13 años que tengo cotizados», afirma. Gracias a ello dice que está ahorrando para financiar una startup tecnológica que está promoviendo.

Preguntado por la polémica de los falsos autónomos, desde Glovo defienden que mantienen una «relación mercantil» con sus repartidores y «prueba de ello es que muchos compaginan esta con otras actividades profesionales, incluso trabajando en varias plataformas a la vez», aseguran. Ellos, añaden, «deciden cuando y cuanto quieren colaborar con la plataforma y la gran mayoría quieren mantener su libertad y la flexibilidad para ser capaces de colaborar con la plataforma cuando quieran». Sin embargo, la empresa reconoce que no es el «modelo ideal» que le gustaría tener y reclama «una flexibilización de la figura del autónomo» al no existir «un punto medio entre ser trabajador por cuenta ajena o autónomo».

Una larga controversia

La discusión sobre si un trabajador es por cuenta propia o ajena viene de lejos en España. La polémica se ha avivado en periodos de expansión o recuperación económica, como el actual, en los que se ha intensificado el uso de falsos autónomos. Así ocurrió en el boom de la construcción previo a la crisis del 2007 y en los años 80 con los radio-mensajeros de Barcelona. La novedad esta vez son las herramientas digitales que se utilizan para dar el servicio, algo que complica el debate jurídico y puede llegar a propiciar un cambio de la regulación existente.

Pero si algo distingue al modo de operar de las plataformas digitales es su capacidad para adaptarse con rapidez a los cambios. De hecho, en el último año estas empresas han ido modificando su manera de actuar para tratar de eliminar o mitigar los elementos que denotan una relación laboral con los riders. Por ejemplo, han suprimido aspectos como la garantía de un ingresos mínimo o han reducido el tiempo de formación.