Miércoles, 17 de septiembre del 2014. Luisa Fernanda Rudi, presidenta del Gobierno aragonés toma la palabra en el acto oficial de la inauguración del curso académico. Los primeros minutos de su discurso ensalzan a la Universidad de Zaragoza, que, para la presidenta, debe considerar al Gobierno de Aragón "un aliado fiable". Pero, por entonces, la relación entre ambas instituciones no pasa por su mejor momento. El 1 de julio, rectorado y DGA se habían visto por última vez para abordar el nuevo modelo de financiación del campus. Todo parecía encauzado definitivamente. "Apenas faltan unos detalles", aseveraban desde el rectorado. Sin embargo, el final del verano no trajo consigo el anuncio tan deseado desde la institución académica. Y eso que la propia consejera de Educación, Dolores Serrat, se había comprometido a sellar el pacto antes de que empezara el curso. Nada. De nuevo, la palabra de la titular del departamento quedaba en entredicho por la intervención directa de la propia presidenta y del consejero de Hacienda, Javier Campoy, a los que no les salían las cuentas y, por consiguiente, no dieron el visto bueno al acuerdo.

Aquel día, mientras avanzaba en su discurso, Rudi fruncía el ceño, endurecía el gesto y elevaba la voz. Debía asegurarse de que la universidad recibía adecuadamente su mensaje y sus recados camuflados en generalidades, como la "falta de capacidad del sistema universitario" para competir entre los mejores del mundo. Su ácido discurso, plagado de críticas veladas, fue un mazazo para el rectorado que, ya entonces, se percató de que sus sospechas eran fundadas. El acuerdo para el nuevo modelo financiero no estaba, ni mucho menos, tan cercano. Y eso que la propia Rudi, en casi su única referencia al asunto en aquella intervención, aseguró no albergar "dudas" al respecto.

Previamente, el rector ni siquiera había hecho mención alguna a la financiación, lo que unos interpretaron como un síntoma de un rápido desenlace, otros como una mano tendida y algunos como una decisión destinada a no provocar al oponente. Por si acaso.

Apenas concluido el acto de apertura del curso, el rectorado tuvo conocimiento de que la presidenta había pronunciado un discurso distinto al que estaba preparado inicialmente y en el que aparecían frases como "tenemos la obligación inexcusable de cerrar un sistema de financiación que garantice la suficiencia de la uiversidad en esta materia --financiación-- tal y como exige la legislación". Presidencia apeló a un traspapeleo, pero muchas voces dentro de la comunidad universitaria recelaron de esta versión.

El desenlace

Aquello fue definitivo. Aunque el rector, Manuel López, se esforzaba en aplacar los encendidos ánimos de los suyos y recurría, una y otra vez, a un discurso conciliador al referirse al Gobierno, el asunto había adquirido otra dimensión. La distancia era prácticamente insalvable. La universidad comenzaba a asumir que no iba a haber acuerdo.

Desde entonces, ni una sola reunión más en dos meses. El rector pregonaba a los cuatro vientos su necesidad de financiación estable para no ver peligrar su viabilidad, pero Serrat ya emplazaba cualquier debate a la presentación de presupuestos para el 2015, pese a que todos los grupos parlamentarios --también el PAR-- salvo el PP le reclamaban una y otra vez que cumpliera su palabra y sellara el acuerdo con la institución académica.

Pero no fue así y las cuentas públicas para el próximo año confirmaron lo que la universidad temía. De nuevo, su financiación básica se congelaba y la DGA no tenía previsto destinar un solo euro para infraestructuras. De hecho, ese concepto ni siquiera aparecía en los presupuestos.

En el Paraninfo sonaban ya los tambores. El rector ya no podía frenar durante más tiempo el clamor de su comunidad, que llevaba tiempo pidiéndole una respuesta contundente. El campus señalaba a Rudi y Campoy, y en menor medida a Serrat, a la que consideraban anulada y ninguneada por la decisión de sus superiores. De hecho, son muchas las voces que consideran que la consejera debió presentar su dimisión.

López ya no pudo sujetar más a los suyos y anunció que la universidad acudiría a los tribunales. Pero no puede ocultar su disgusto por ello. De hecho, incluso en plena rueda de prensa para informar de la histórica decisión, rechazó cualquier recriminación hacia la consejera, a la que asoció a términos como "respeto", "amistad" o "aprecio".

Porque la universidad tiene claro que el frente abierto es con Rudi, que ya dejó claro ayer en las Cortes que acepta el desafío. De hecho, ya lo hizo aquel día de septiembre en el Paraninfo. Quizá entonces comenzó una batalla que, si no hay un incremento de partida por ampliación de crédito, puede acabar ante el juez.