Salir de casa y encontrarse una tremenda piscina donde horas antes estaba la calle de toda la vida no es precisamente lo más fácil de comprender en una tarde de tórrido verano. Podría ser un espejismo. Un juego visual. Pero no. Era una realidad. Un panorama que provocó una catarata de escenas de indignación entre los habitantes de la zaragozana calle Suiza.

"Y esto quién lo pagará. Nosotros?", se preguntaba ayer muy nerviosa Pilar Huera, la señora más afectada por el reventón de una tubería en pleno barrio de San José. Su vivienda se encuentra a escasos metros del lugar de los hechos. También la de su hermana pequeña, muy enferma a sus 79 años de edad. En la tarde de ayer Pilar custodiaba la casa de su hermana, de viaje durante un tiempo. Acostumbrada a acoger con los brazos abiertos a todo aquel que se acerca a su casa, Pilar nunca pensó que a las cinco y media de la tarde recibiría una visita inesperada y nada deseable: la de una tromba de agua.

Una cuna, mesas, sillas, sofás y herramientas de construcción totalmente anegadas por el agua en el cuarto trastero de su hermana. Ese fue el desolador panorama que Pilar se encontró nada más adentrarse en la vivienda, minutos después de que a las cinco y media de la tarde un vecino le avisara de que una tubería, la situada justo enfrente de la casa que custodiaba, se había reventado. "Yo no he visto cómo la tubería se ha roto. Sólo lo que ha dejado", lamentaba muy enfadada Pilar.

Sus 80 años de edad no fueron ayer un impedimento para ella a la hora de buscar responsabilidades: "Mi hermana está muy enferma y mi cuñado también. Yo no sé a quién corresponde esto pero sólo espero que lo solucionen lo antes posible". A su lado, María Pilar Val, su hija, intentaba tranquilizarla.

Indignada

Pero sus esfuerzos fueron en vano, al menos mientras Pilar contemplaba cómo poco a poco el agua entraba en el garaje de la vivienda. "¡Esto es demasiado!", exclamaba la señora con los ojos llorosos. Mientras en la calle varios vecinos observaban asombrados el riachuelo que se formó en la calle Suiza, Pilar sólo tenía ojos para el hogar de su hermana. "Ella está muy enferma así que no voy a decirle nada de lo que ha pasado. Se llevaría un grandísimo disgusto", comentaba.

Las alcantarillas no daban abasto, pero tampoco la imaginación de la gente. Ya era mucho tener que asumir las explicaciones técnicas que apuntan a que la llegada del verano facilita los reventones. Eso no hay vecino que lo entienda mientras observa su calle anegada. Y es que, por lo visto, el descenso del consumo y los cambios de presión a que se ven sometidas las viejas tuberías en el estío son las causantes de que de vez en cuando revienten. Esta es la teoría. La práctica, como ocurrió ayer, sirve además para disparar la desesperación de vecinos que minutos después de lanzar el típico comentario sobre el calor que azotaba el día se encontraron con una balsa de agua en el umbral de su casa.