La situación económica del Ayuntamiento de Zaragoza es la que es, y urge atajarla ya no sólo por imperativo legal sino por pura imagen pública. Ahora bien, hay muchas maneras de afrontar el problema. Subir los impuestos sin justificar una mejora de los servicios, como es el caso, es una de las formas más lesivas, especialmente si no va acompañada de otras medidas. Sólo si el ayuntamiento se aprieta realmente el cinturón reduciendo el gasto corriente sin mermar la calidad de las prestaciones públicas o instando a la participación de otras administraciones se justificará una medida tan impopular.