Los expertos en salud pública ya advierten de que el código postal es más importante que el código genético. Las publicaciones más prestigiosas en el ámbito sanitario aseguran que el nivel socioeconómico llega a acortar 2,1 años la esperanza de vida. Solo el tabaco (4,8) tiene una mayor influencia entre los determinantes clásicos. El alcohol rebajaría esta esperanza en medio año, la obesidad en 0,7 y la hipertensión en 1,6.

Así, cada vez se valora más el nivel socioeconómico en lo que respecta a la salud. «Las clases menos favorecidas consultan más Atención Primaria mientras que las más acomodadas acuden directamente a la Especializada, lo que fuerza un sobrediagnósitco y sobretratamiento», expone Manuel García Encabo, director general de Asistencia Sanitaria en el Gobierno aragonés.

Así, las clases más altas acuden en mayor medida al especialista, pero no es así en fases terminales o de mucha complejidad debido a que disponen de más recursos para ser atendidos en casa. «Todas enfermedades crónicas las acusan más los pobres, que son más propensos a padecerlas porque son más sedentarios, fuman más, padecen más obesidad o se alimentan peor y tienen las viviendas en peor estado», añade García Encabo.

Porque no se trata de desigualdad en el acceso a la salud, sino más bien de que «los problemas sociales se derivan a problemas médicos», explica Ildefonso Hernández, miembro de la Sociedad Española de Salud Pública (Sespas). A menos ingresos se corresponde peor calidad de vida: alimentación más deficitaria, sedentarismo, dificultad para acceder a determinados tratamientos (especialmente dentistas o fisioterapeutas), y sobre todo problemas de depresión y ansiedad. La salud mental fue, de hecho, la primera en evidenciar los efectos de la crisis, destaca el experto

Ante eso, la Administración autonómica ha emprendido una serie de actuaciones destinadas a un mejor abordaje. «A la hora de implantar recursos en Atención Primaria en función del número de habitantes y la dispersión, hemos introducido también variantes de edad y nivel socioeconómico», indica el director general. «Tomemos como ejemplo dos barrios de Zaragoza con idéntica población. En uno de ellos, la sala de espera del centro de salud está siempre llena, pero en la otra nunca, a pesar de que tienen una población similar. Esto viene marcado por el nivel socioeconómico», afirma Sanidad.

El factor socioeconómico, pues, pasa factura médica. Las personas con menos ingresos acuden seis veces más al médico de cabecera, presentan más riesgo de ciertas enfermedades, desde mentales a cardiovasculares, y tienen mayor tasa de suicidio. Incluso acortan su esperanza de vida. Una desigualdad en salud que existe desde siempre pero que ha visto ahondada la brecha desde la crisis económica, y que se ha convertido en la principal enfermedad del siglo XXI.