En una carpa instalada en el castillo, junto a una veintena de escayolistas y de pintores, el carpintero de Loarre, Javier Esco,trabajó mes y medio del pasado otoño, "con otros cinco o seis del pueblo" perfilando tablones y quemándolos para hacerlos viejos y montando bastidores para sostener simulacros de cartón piedra y de escayola. "Es digno de ver --dice--, como imitan el hierro con la madera, cómo echaban el musgo sobre pizarras de tejado que, en realidad, son tablas...".Esco recuerda su actuación como soldado, junto a otros vecinos, en La conquista de Albania y como carpintero medieval en El conde Arnau, rodadas en el pueblo. Pero de los dos trabajos salió decepcionado: "No nos vimos luego en la película. Se vió mi padre. Nosotros, sólo bultos y demás". Con lo que, ahora que vuelve el cine, resolvió que ser extra, "si te lo tomas en broma, bien, pero si es como trabajo, es muy pesado, porque estás muchas horas".Este hombre representa la nueva actitud de los vecinos de Loarre. Prefieren trabajar en la infraestructura de una película que soñar. Una joven del pueblo que se había presentado inicialmente como extra, prefirió cambiar la inscripción y pasarse al equipo de catering.Marimar, que trabaja en un restaurante, afirma que "sólo se han presentado cuatro o cinco extras del pueblo. Los demás han dicho que no" y asegura que no compensa económicamente: "Les dan 60 euros y son 14 horas. Y aquí ya no llama la atención intervenir en un rodaje".Una amiga suya dice que estuvo contratada en la noche de los castillos, pero como asistenta: "Limpiaba dos caravanas desde las 8 de la mañana hasta las dos de la tarde durante 15 días". Rebeca Santolaria, que sí trabaja de extra, revelaba a este diario que le interesaba observar el rodaje "porque estoy estudiando realización de audiovisuales" y ha pedido permiso para asistir incluso en los días en que no tenga que actuar.No niega la gente que todo Loarre ha subido al castillo en el pasado otoño para ver cómo iban creciendo las obras: "El poblado, de verdad, es que le da otra vida al entorno", afirma Elisenda, otra joven hostelera partidaria de mantenerlo fijo: "de la manera que está hecho, crea un ambiente distinto. Sería ver el castillo y el poblado. Ya tienes más rato para estar alli".Santiago García es cocinero y ofrece unas 60 comidas diarias desde octubre: "El viernes se despidieron porque han puesto un catering en el castillo", pero asegura que el turismo de los últimos días había desbordado el restaurante. "Esto no se había conocido nunca". Los Bomberos Voluntarios de Ayerbe ha estado en todas las pruebas de fuego realizadas y esperan con cierta prevención el día en que se ruede el incendio del poblado, en medio del monte.