«Destruye vidas, familias. Físicamente no se nota, no te deja como la cocaína o la heroína, pero por dentro te mata». Son palabras de Carlos un joven zaragozano de 19 años que prefiere mantenerse en el anonimato y que empezó a jugar con tan solo 13. Su historia, explica, no es «para nada» la más dramática y ahora ha conseguido reorientar su trayectoria. No obstante, el recorrido de este joven pone de relieve un problema social que empieza a desarrollarse a edades tempranas.

Su relato comienza cuando cursaba segundo de ESO y acudía a un casino cercano a su instituto con los amigos al terminar las clases. «Echaba un euro con los colegas. Luego se pasó a ir por la tarde y, en vez de ser 1, ya eran 3 o 5 euros. En tu cabeza no lo piensas, porque, por 10 euros que diarios que pierdes, ¿qué más da?, pero son 300 al mes para un chico de 13 años», subraya. De hecho, afirma que empezó a coger dinero a sus padres. Pequeñas cantidades, 10, 20 euros, como también hacían sus amigos. «No lo decíamos pero lo sabíamos todos», apunta.

red de mentiras / La historia cambió cuando, después de más de un año yendo a ese local, la policía detectó que había menores y ya no les dejaron entrar. Así, y tras un periodo sin apostar, regresó con sus amigos a hacerlo. Esta vez, cogían el DNI de sus padres y pujaban por internet. «Cuando te metes en ese mundo, ya no juegas por sacar dinero, sino por estar pendiente del juego, y ya estás muerto, ya te da igual ganar o perder», señala. En ese momento, añade, empiezan las «mentiras y más mentiras» y el «crear un personaje ficticio» que quiere hacer ver que nunca pierde. «De cara a fuera eres el mejor», recalca al respecto.

Fue en segundo de Bachiller cuando sus padres le dijeron que no podía seguir así y que necesitaba ayuda. Comenzó entonces su terapia en Azajer, aunque él no estuviera del todo convencido del problema en ese momento. De hecho, tras un periodo de 7 meses sin apostar, sufrió una recaída que supuso una «decepción» para él y su familia. «A partir de ahí, mi cabeza me empezó a hacer ver que no es todo tan bonito, que tenía que pensar qué era lo mejor para mí», describe.

Todo cambió cuando dio el paso de contarlo. «Tienes que hacer el problema real; que tus amigos, tu familia, tu entorno, lo conozca», subraya. Ahora, observa la situación: «Lo ves en la calle con la gente joven, que se vive en torno al juego, a la tragaperras, a la ruleta…». Y concluye: «Si normalizas el juego, esto lleva a que, la gente, en cuanto pueda, juegue».

Este caso es algo distinto al de Manuel, de 36 años y usuario desde hace 10 de las apuestas. Este jugador, que también prefiere mantenerse en el anonimato, aunque nunca ha desarrollado un problema, sí que es consciente del peligro que hay en este entorno. «Yo apuesto 5 euros por jornada, pero cuando acierto alguna, lo suelo meter en otra. Cuando te quieres llevar dinero de verdad es cuando no ganas nada», explica. Así, relata que se permite perder «unos 100 euros por año», un dique contra un juego «que se puede ir de las manos en cualquier momento. Por ello, juzga que era mejor cuando no existían estas modalidades. «Cuando voy a las casas, me encuentro siempre el mismo cuadro: gente que no trabaja y que está ahí todo el día, y cada vez hay más chicos jóvenes de 18 o veintitantos años, incluso con las mochilas del instituto», dice.

No obstante, Manuel ve el verdadero peligro en las apuestas en internet: «No desconectas. Aunque sea poco el dinero que te lleves, te engancha. No he vuelto a instalarme ninguna aplicación porque es muy accesible, es pasar el dinero de tu cuenta con un botón», concluye.