La primavera especialmente húmeda que se ha vivido en Aragón es uno de los factores que han propiciado los numerosos episodios de pedrisco que ha sufrido la comunidad, especialmente la Ibérica zaragozana y turolense y el valle del Cinca. Para Fernando Peligero, miembro del Consorcio Antigranizo de Aragón este verano se ha producido un "ligero aumento en el número de días de riesgo de pedrisco". Según este especialista, la humedad favorece que las capas más altas de las nubes estén más frías, haciendo más fácil que, en esa zona, el agua se convierta en hielo.

El origen del granizo hay que buscarlo en las partículas sólidas que transportan las nubes --generalmente, de desarrollo vertical--. Las fuertes corrientes de viento que se producen dentro de estas formaciones hacen que las partículas sólidas asciendan y, conforme ascienden, van envolviéndose de agua y aire. Al llegar a las partes superiores de las nubes, la cobertura de estas partículas se convierte en hielo, dando lugar a los grumos del pedrisco. Las potentes ráfagas de viento hacen que estos grumos estén continuamente dando vueltas por la nube y, a su vez, aumentando de grosor. Cuando su peso es superior al que puede aguantar la nube, esta cede y se producen las tormentas de granizo.

Las diferencias de temperatura entre la parte inferior de la nube y la parte superior juegan un papel importante en el tamaño y la frecuencia del granizo. El contraste de temperaturas puede favorecer las corrientes de aire y, con ellas, el aumento del tamaño de las partículas que circulan dentro de la nube.