Se trataba de apuntalar el Gobierno de unidad de la Generalitat de Cataluña. Adolfo Suárez me pidió que participara en ese ejecutivo como consejero de Finanzas. Su presidente era Josep Tarradellas.

Yo venía de trabajar en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y de haber pasado casi 20 años en el extranjero. A mi regreso, lo que esperaba encontrarme era el país de siempre, la España, la división interminable entre derechas e izquierdas, la corrupción esperada en la parte estatalizada.

Y, sin embargo, gracias a Adolfo Suárez, lo que descubrí a mi regreso fue un país que se encontraba absorto en dos grandes procesos. Uno era aquel del que todo el mundo hablaba: la democratización, mucho más complejo de lo que creían la mayoría de los españoles. El segundo era el proceso del que no hablaba nadie entonces. Y, sin embargo, era tanto o más importante que el primero. Me refiero al proceso de apertura de España hacia al exterior.

Si hoy España constituye una pieza esencial del cuadro europeo del que todo depende, es gracias a la tolerancia y empeño de la etapa de Adolfo Suárez.