La vida reciente de Andorra podría resumirse en la historia de un pueblo en movimiento gracias al calor del carbón. La minería primero y el binomio que formó con la electricidad más tarde han sido elementos clave en la evolución no solo de la localidad, sino de toda la comarca, que junto con Cuencas Mineras, ha concentrado esta actividad en la provincia turolense desde los años 50.

Esta especialización dentro del sector industrial explica que la comarca haya conseguido a lo largo de estos años mantener una de las cotas de densidad de población más altas de la provincia. Si en el 1945 el municipio contaba con 3.230 habitantes censados, en el 1960 esta cifra ascendió hasta los 7.827. A principios de la década de los 90 -diez años después de la inauguración de la térmica- Andorra alcanzó su pico demográfico más alto con más de 8.600 habitantes censados. Desde entonces no ha hecho más que caer hasta los 7.875 habitantes censados al término del 2016.

En la actualidad, la población de la villa minera sigue moviéndose, pero ahora para que la llama del carbón que ha calentado la comarca no se apague definitivamente. Paseando por las calles de Andorra pueden verse los resquicios de la época dorada que vivió la localidad gracias a Endesa. La mina de interior, conocida como La Andorrana, y las dos de cielo abierto, La Corta Alloza y la Barrabasa, están en estado de abandono, el economato se transformó en un supermercado, la residencia de trabajadores y facultativos, con su piscina, ahora es un hostal y unas vías de ferrocarril semienterradas recuerdan la línea de tren que unía Andorra y Escatrón. El campo de fútbol y la piscina olímpica, aunque en otras manos, siguen con vida. Solo son ejemplos de las inversiones que Endesa realizó en la localidad.

El reto actual lo representa la diversificación económica de la zona -que aún no se ha producido- para evitar la despoblación paulatina que han sufrido los núcleos rurales cercanos.

En las calles de Andorra se puede palpar la preocupación por la intención de la italiana Enel, dueña de Endesa, de cerrar la central térmica en junio del 2020 si no se producen cambios en el marco regulatorio energético.

Muchos andorranos han visto en esta noticia «la crónica de una muerte anunciada». Tomás Hidalgo llegó a Andorra desde Almadén (Ciudad Real) para trabajar y ejerció de ingeniero técnico en la mina Oportuna durante 20 años. Con 62 está jubilado. Recuerda que más de 2.100 empleos dependían directamente de la mina «en los mejores tiempos».

Ahora reconoce que el pueblo se apaga poco a poco. «En los meses de verano se ve ambiente pero los que vivimos todo el invierno aquí sabemos que no estamos más de 6.000 personas», señala. «Tienen que invertir para alargar la vida de la central y tener tiempo para industrializar la zona», explica.

La opinión de Olga Estrada representa a un sector minoritario de la población que prefiere no alargar la vida de la central y buscar alternativas como las que ofrecen las energías renovables. «No seremos capaces de ponernos a trabajar en reconvertir la economía si no sabemos decir adiós al carbón», subraya.