Samuel Bronston, productor estadounidense de origen ruso, creó su imperio cinematográfico a principios de los años 60 en Las Matas, en las afueras de Madrid. Allí produjo El Cid (1961) y La caída del imperio romano (1964), de Anthony Mann; Rey de reyes (1961) y 55 días en Pekín (1963), de Nicholas Ray, y El fabuloso mundo del circo (1964), de Henry Hathaway, está con secuencias rodadas en el puerto de Barcelona.

Fue el momento de esplendor de la producción estadounidense en España: estrellas como Sofia Loren, Charlton Heston, John Wayne, Claudia Cardinale o Ava Gardner --quien acabaría instalándose durante unos años en Madrid-- intervinieron en estas producciones gestadas fuera de Hollywood.

Bronston contó para su aventura megalómana con el apoyo incondicional del gobierno franquista, mano de obra más barata y unos métodos de financiación atípicos. Utilizó fondos congelados por los acuerdos de posguerra entre Estados Unidos y España, supo hacer excelentes operaciones de preventa de sus filmes y compró los viejos estudios Chamartin, poniéndoles su nombre.

Pocos años antes de su fallecimiento en 1994, Bronston recordaba: "En España me dediqué a hacer resurgir las carreras de algunos actores. En Hollywood todo estaba demasiado establecido. Aquí ahorraba dinero, producía más por menos y contaba con gente joven y entusiasta para trabajar", aunque deberíamos añadir que peor pagada de lo que lo habría estado en el cine norteamericano. "Mis películas correspondían a un esfuerzo internacional. Por ello la industria de Hollywood me castigó tanto". Bronston se fue de España dejando deudas y un proyecto sobre Isabel la Católica que debía protagonizar Glenda Jackson.

Sus grandes operaciones no tenían nada que ver con los modestos wéstern en coproducción hispano-italo-alemana que se rodaron en aquellos mismos años en Almería o en Esplugues de Llobregat, donde se construyeron unos decorados del Oeste conocidos popularmente como Esplugues City. Tampoco con los dramas arrebatados y fantásticos de Albert Lewin, que quedó fascinado por la Costa Brava y dirigió en Tossa de Mar, en 1950, Pandora y el holandés errante, con Ava Gardner paseándose elegante por los locales de pescadores. En otro escenario de la costa catalana, S'Agaró, ródo Joseph Leo Mankiewicz la tremendista pesadilla de Elizabeth Taylor en De repente, el último verano (1959).

Orson Welles fue más español que ningún otro director estadounidense. Aquí realizó Mister Arkadín, Campanadas a medianoche y las muchas tomas de la nunca concluida Don Quijote. Otros títulos ilustres filmados en España en aquella época fueron Salomón y la reina de Saba (1959), de King Vidor, recreación en Madrid y Zaragoza de los escenarios bíblicos, y Doctor Zhivago (1965), de David Lean, con Soria, Salamanca y Madrid simulando la Rusia revolucionaria de 1917. Una lógica más realista tuvo el rodaje en Cuenca y El Escorial de Orgullo y pasión (1957), con Cary Grant, Frank Sinatra y Sofia Loren como guerrilleros contra las tropas napoleónicas.