El primer contacto de Mariano Rajoy para desbloquear la investidura tras recibir el encargo del Rey sirvió ayer de poco. Su encuentro con Pedro Sánchez fue breve, de menos de una hora, y aparentemente infructuoso: el líder socialista mantuvo su rechazo al presidente en funciones, pese a los esfuerzos de este por iniciar una negociación a fondo. Sánchez ni siquiera le dio pie. Rajoy llevaba varios documentos con propuestas, pero la actitud mostrada por el secretario general del PSOE provocó, según sus colaboradores, que ni siquiera los sacara de la carpeta. Los populares nunca tuvieron demasiadas esperanzas en mover a corto plazo a los socialistas, y la rotundidad de su negativa les lleva ahora a fiarlo todo a la carta de Ciudadanos.

Rajoy se verá de nuevo, esta vez en despacho ordinario, con Felipe VI este miércoles, día en el que también se reunirá con Albert Rivera. El líder del partido naranja insiste en que no piensa moverse, porque ya ha puesto su grano de arena con una abstención «técnica» que por sí misma no sirve de nada, pero el PP confía en poder persuadirlo hacia el apoyo con una mezcla de argumentos que, en el fondo, se resumen en uno solo: los peligros que trae consigo el carecer de un Ejecutivo en plenas facultades.

«España necesita un Gobierno por urgencia económica y por imagen institucional e internacional. Un Gobierno que apruebe los Presupuestos y el techo de gasto, que atienda los compromisos con la UE y haga frente a los desafíos del independentismo», dijo Rajoy. Poco después, el presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, sostuvo que España estaba «bordeando el colapso». El PP ha comenzado una campaña del miedo que, según fuentes de su cúpula, irá a más en los próximos días.

El principal mensaje que lanzó Rajoy durante su comparecencia, dentro de esa «operación» por «reblandecer» a Rivera y Sánchez en la que dice estar inmerso, también pretendía despertar los temores de sus adversarios. En este caso, a unos terceros comicios en los que si se repite la tendencia de los últimos, ambos tienen mucho que perder.

Mientras el PP subió en escaños el pasado 26 de junio, el PSOE y Ciudadanos bajaron. «Si Sánchez se mantiene en el no, volveremos a repetir elecciones», señaló el líder del PP, en una frase que su partido hace extensiva a Rivera si este no transita de la abstención al voto a favor. Si Ciudadanos da el paso, y gracias también al probable apoyo de Coalición Canaria, Rajoy tendría 170 escaños, a solo seis de la mayoría absoluta, y su partido considera que al PSOE no le quedaría más remedio que abstenerse.

EL GUIÑO

Casi al mismo tiempo que el presidente en funciones y el secretario general del PSOE mantenían en el Congreso su improductiva cita, y solo a unos metros de allí, ocurrió algo no relacionado con la investidura pero que podría influir en la posición de Ciudadanos. La Mesa de la Cámara baja discutía la posibilidad de conceder grupo propio al Partit Demòcrata Català (PDC). Aunque la antigua Convergència no cumplía con todos los requisitos, los partidos mayoritarios suelen tener manga ancha en estos casos y el PP, en un gesto muy criticado por Ciudadanos, había llegado a un pacto con la fuerza independentista. Sin embargo, el PP cambió de criterio a raíz del desafío al Tribunal Constitucional aprobado por el Parlamento catalán.

Los conservadores ya habían votado el día anterior en contra de que el PDC tuviera grupo en el Senado. En el Congreso podrían haber hecho lo mismo, pero en su lugar optaron por abstenerse, al igual que los socialistas, dejando que fueran los dos miembros que Ciudadanos tiene en la Mesa quienes capitalizaran con su voto en contra la negativa a los independentistas. Rivera tardó poco en sacar pecho, y Francesc Homs, portavoz de la formación catalana, reveló que algún dirigente del PP le había explicado que esa abstención era un gesto hacia el partido naranja en vísperas de la reunión entre su líder y el presidente en funciones.

SIN PRESIONES

«A mí Ciudadanos no me ha presionado. Si eso [la negativa al grupo propio del PDC] sirve para ayudar al entendimiento, no lo sé», explicó Rajoy, quien una vez más eludió aclarar si tiene pensado cumplir con el encargo del Rey y presentarse al debate de investidura si no cuenta con los apoyos que aseguren su continuidad en la Moncloa. Era una de las preguntas que Sánchez le pidió que aclarara durante su reunión, pero Rajoy, según el líder del PSOE, no contestó a ninguna. «Salgo mucho más preocupado de lo que entré», dijo Sánchez.

El secretario general del PSOE aseguró que solo le fue ofrecido un Gobierno en coalición; el líder del PP, en cambio, que también le propuso «diversas fórmulas de colaboración parlamentaria» a través de un pacto que podría llegar a basarse, dijo, en la resolución que los socialistas aprobaron en su comité federal de diciembre. Allí abogaban por llegar a «grandes acuerdos» en materias como educación, políticas sociales, lucha contra la pobreza y reforma constitucional.

En cualquier caso, sirvió de poco. Más allá de su presunta «preocupación», Sánchez salió de la reunión igual que había entrado: instalado en el rechazo a la investidura de Rajoy, pidiéndole que negocie con «las derechas» (un colectivo en el que incluye al PNV y a la antigua CDC, pese a que los conservadores lo consideran imposible tras la resolución del Parlamento catalán) y sin cerrar del todo la puerta a intentar una alianza de izquierdas alternativa. Los posibles aliados en esta empresa, de Podemos a Compromís, insisten en que no han recibido ninguna llamada de los socialistas.