El rebrote del coronavirus en la comunidad aragonesa ha provocado el desplome de las reservas hoteleras en todas las zonas turísticas del territorio, desde el norte de Huesca a la sierra de Albarracín. En el Pirineo, el índice medio de ocupación se sitúa en la actualidad por debajo del 30%, cuando hace un año variaba entre el 65% y el 85%, mientras que en la ciudad de Zaragoza, actualmente en fase 2, donde el 15% de los establecimientos hoteleros permanece desde que se activó el plan de desescalada, solo un 14% de las habitaciones tiene ocupantes, según fuentes de la organización de hoteleros y restauradores Horeca.

El turismo nacional, sobre todo el relacionado con las segundas residencias en los valles pirenaicos, funciona mal que bien. Pero el internacional, en particular el procedente de Francia, Bélgica y Holanda, ha caído entre un 90% y un 100%. «Está todo muy parado», lamenta Anabel Costas, vicepresidente de Horeca en Huesca y responsable de un hotel en Tramacastilla de Tena. «Se han producido muchas anulaciones y se han suspendido fórmulas que traían muchos extranjeros, desde recorridos en moto a paseos y excursiones por el monte organizados por agencias», explica.

Lo peor, dice Costas, es la «incertidumbre, el no saber qué pasará a continuación en un panorama tan cambiante». Ante esta situación, señala, muchas familias han decidido quedarse en casa o no traspasar los límites de su comunidad autónoma. «No hay gente de Madrid, ni de Valencia, ni de Alicante…, que antes venían en gran número al valle de Tena».

En Teruel los precios hosteleros han caído un 30% debido a la escasez de la demanda, afirma Juan Ciércoles, de la asociación de empresarios turísticos de la provincia. «Hay cierta animación en el Matarraña, en Albarracín y el Maestrazgo, pero no tiene nada que ver con el año pasado», dice

«Las últimas informaciones que señalan a Aragón y Zaragoza como uno de los focos más preocupantes de contagio de covid-19 han hecho que las cancelaciones cayeran en la capital de Aragón y provincia entre un 50% y un 75%», revela un miembro de Horeca.

Establecimientos emblemáticos, como los hoteles Palafox y Reina Petronila, están cerrados porque, con un 14% de ocupación, no resultan rentables. El sector ha recibido golpe tras golpe desde el mes de marzo debido a la suspensión de congresos y otros eventos. No solo no vienen apenas visitantes españoles a Zaragoza en la actualidad. Francia y China, los principales países emisores, han adoptado medidas que frenan o impiden los viajes a España. En junio, la cifra de ocupación se situó en un 28% pero ahora es de la mitad, lo que está llevando a los hoteles aún abiertos a plantearse el cierre tras una costosa puesta en marcha que significó poner fin al paro temporal de los trabajadores y adaptarse a las exigentes condiciones higiénico-sanitarias.

De ahí que, ante la debilidad de la demanda actual, los hoteleros zaragozanos propongan la aplicación de una serie de medidas correctoras que van desde la recuperación de la confianza de los turistas, la rebaja de la presión fiscal, la incentivación de las estancias en hoteles y la protección del empleo «a través de la evolución de la regulación de los ERTEs, tan poco deseados».

Lo que está en juego, apunta Horeca Zaragoza, son los 666 millones anuales que genera el sector en la ciudad y los más de 3.000 puestos de trabajo creados por la actividad hotelera. Ahora mismo, recién empezado agosto, hay todavía un rayo de esperanza, al menos en el Pirineo. De hecho, se están registrado reservas de última hora, «aunque no tantas como venía siendo habitual», indica Anabel Costas.

«Hay que hacer hincapié en que Aragón es muy grande y en que la pandemia se concentra en puntos determinados, pues la confusión geográfica perjudica mucho al sector hotelero», añade.

En este sentido, recuerda que hay zonas del Pirineo donde no se ha registrado ningún caso de covid-19 y los hoteles se han equipado en los últimos meses con todas las medidas necesarias para garantizar la seguridad sanitaria de sus huéspedes.

El turismo francés pega un bajón

El turismo hotelero francés ha pegado un bajón este año en Aragón. Como consecuencia de las alarmantes noticias procedentes de España, y en particular de la comunidad aragonesa, la presencia de este tipo de visitante habitual se ha retraído, al menos en lo que se refiere a la demanda de habitaciones en todo tipo de alojamientos, desde hoteles a viviendas de turismo rural, pasando por cámpings y pensiones.

Menos se sabe, en cambio, de los turistas que cruzan la frontera para pasar solo unas horas en cualquier punto de la comunidad, ya sean los barrancos de la sierra de Guara o los restaurantes de Jaca, que ofrecen una gastronomía muy apreciada al otro lado de los Pirineos. Una cifra da idea de la importancia del turista galo la aporta el departamento de Turismo de la DGA, que indica que el año pasado entraron en Aragón 223.197 viajeros de nacionalidad francesa (de un total de 550.000 extranjeros), lo que convierte al vecino país, con ventaja, en el primer suministrador internacional de la comunidad.

Según el Instituto Aragonés de Estadística, cada viajero transpirenaico gasta una media de 100 euros diarios y pasa en nuestro país, por lo general, en torno a seis días. Los franceses, a menudo, van de paso por Aragón camino de la costa, pero en otras ocasiones su objetivo es la sierra de Guara o el Sobrarbe, dos zonas que les atraen por sus peculiares condiciones naturales de paisajes de alta montaña bien preservados y hoces que representan un desafío deportivo.

Sin embargo, pese a los indudables atractivos de Aragón, este año se les echa en falta. «Hay muchos menos franceses que el año pasado», subraya un hostelero de la calle del Carmen, en Jaca. «No se están dejando ver tanto como otras temporadas», dice un camarero de un restaurante de Santa Cruz de la Serós, junto al monasterio de San Juan de la Peña, un poderoso foco de atracción del turismo cultural que recala en Aragón. Con todo, bastaría con que mejorara la situación sanitaria en la comunidad para que este turista tradicional volviera a venir.