Las hospederías no son simples negocios hoteleros. Para empezar, están montadas en edificios singulares, restaurados a conciencia tras años de abandono.Y, además, siempre están junto a poblaciones que ven en estas iniciativas una forma de dinamizar su economía, pues muchos negocios locales les venden suministros.

Así ha pasado en Allepuz, un pueblo de Teruel, alejado de los grandes ejes de comunicación, y que llegó a contar, durante dos años, con un establecimiento, habilitado en una casona de gran interés arquitectónico e histórico. El experimento, destinado a dotar a la población de un atractivo más, no funcionó. La empresa concesionaria, por distintos motivos, no tuvo éxito y entregó las llaves a la DGA.

"El efecto fue positivo y negativo a la vez", resume Joaquín Villarroya, su alcalde. "Por un lado traía turistas hasta aquí, pero, por otro, hacía la competencia a un negocio de hostelería del pueblo", agregó. Por otro lado, solo creó un puesto de trabajo local (el resto del personal era de fuera), pero a cambio supuso la recuperación de un edificio histórico que ahora es el orgullo de los habitantes de Allepuz.

En cambio, en Illueca, la conversión del castillo del Papa Luna en hospedería solo ha supuesto beneficios para la localidad. "No teníamos establecimientos así en el municipio y la verdad es que la hospedería desarrolla un papel de primer orden", asegura el alcalde, Ignacio Herrero Asensio, que se extraña de que este alojamiento no resulte rentable.

"Somos 3.500 habitantes fijos y además la industria del calzado genera mucho movimiento de visitantes y de clientes de empresa", subraya Herrero, que recuerda que la cercanía de la autovía de Madrid (A-2) ayuda mucho a la utilización de este servicio hotelero.

"Mucha gente que viene a comprar calzado aprovecha para comer aquí y, además, vienen parejas que hacen escapadas románticas, porque se trata de un sitio con un carácter especial", añade el primer edil, que indica que el castillo se nutre de proveedores locales.

En el caso de San Juan de la Peña, el problema es que resulta pequeño para atender a los numerosos visitantes del monasterio viejo. Se llena con facilidad y su director, Javier García, desearía que tuviera más habitaciones para acoger la demanda que se pierde por falta de plazas.

En el monasterio de Rueda resulta más difícil captar clientes. San Juan de la Peña se beneficia del tirón de Jaca, pero el cenobio de Sástago tiene que promocionarse más para darse a conocer. "La clientela que aprecia estos sitios apartados existe y hay que ir a buscarla", apunta José Manuel García, jefe de personal del establecimiento.