Faltan solo 10 días para que España tenga un nuevo jefe de Estado. Tras casi 40 años de dictadura, el reinado de Juan Carlos I ha brindado 40 años de democracia, un periodo en el que, en su mayor parte, la monarquía fue la institución más valorada, por encima de los políticos, la Iglesia y el Ejército. Ahora, en cambio, Felipe VI ocupará un trono que no goza de ese prestigio por múltiples razones, entre ellas, familiares y económicas. Sería absurdo pensar que el que ha sido heredero durante tantas décadas no tiene un plan en la cabeza para recuperar el prestigio y la utilidad de la institución.

Según la Zarzuela, sabe desde enero que este año era el del relevo, así que, como poco, lleva seis meses pensando qué hacer y qué decir a partir del 19 de junio, día de la proclamación. Sus primeros pasos serán muy diferentes a los que dio su padre. La coyuntura es otra y los retos a los que tiene que hacer frente también.

TENSIÓN TERRITORIAL

Desde enero, el desafío soberanista planteado por la Generalitat ha ido en aumento. Cuando hace tres semanas la Zarzuela quiso dejar patente que el Rey estaba intentando crear un "clima de diálogo" para favorecer el entendimiento entre Madrid y Barcelona, los asesores del todavía jefe de Estado añadían en sus conversaciones la coletilla "y también Felipe está preocupado" por Cataluña. Esa frase, cuyo alcance era imposible de interpretar hace solo 20 días, deja constancia de que Felipe se ha volcado en este tema en los últimos meses.

Según han explicado algunos de los dirigentes políticos y empresarios afectados y han confirmado fuentes de la Casa del Rey, el Príncipe ha participado en reuniones celebradas en la Zarzuela para analizar el asunto. La mayoría han sido citas convocadas por su padre, aunque también ha organizado algunas él mismo.

URDANGARIN Y LA CACERÍA

Felipe quiso incluir el desafío soberanista en su primer discurso tras la abdicación. El miércoles, en Navarra, aseguró que servirá a una España "unida y diversa" e incidió en que hay que anteponer el "bien común" a los "intereses particulares".

En su discurso de proclamación ante las Cortes, el ya Felipe VI se referirá también a este asunto y allí, a pocos metros, estará escuchándole Artur Mas. El presidente catalán anunció ayer que finalmente asistirá a la ceremonia porque finalizará antes de lo previsto el viaje que tenía decidido hacer a EEUU hace semanas. "Iré a Madrid y asistiré al acto de coronación del nuevo Rey, con el que queremos tener una relación de respeto institucional" y de "buena vecindad", argumentó Mas. El líder de CiU subrayó que quiere que el proceso soberanista se base en relaciones pacíficas con sus interlocutores, una forma de decir que otorga un papel relevante al futuro jefe del Estado. Además del reto catalán, el futuro Monarca deberá regenerar la propia institución que representa, afectada por el caso Urdangarin y la polémica protagonizada por Juan Carlos a raíz de la cacería en Botsuana. El juez decidirá en las próximas semanas si sienta en el banquillo al cuñado del futuro Rey. Pocas dudas hay sobre ello, aunque menos claro está el destino de la infanta Cristina, también imputada.

En este capítulo de regeneración, Felipe tiene un amplio camino que recorrer en lo que se refiere a la transparencia de la institución. Los primeros pasos que se empezaron a dar en el 2011, a rebufo de la investigación a Urdangarin, deben continuar, y a buen ritmo, si se tiene en cuenta el mensaje lanzado por las urnas el 25-M, cuando un nuevo partido como Podemos, que defiende la transparencia y el rendimiento de cuentas, irrumpió con cinco escaños. Felipe querrá volcarse en esta tarea ante la posibilidad de que en las próximas elecciones generales, a finales del año que viene, el sentir republicano aumente, a la vista del pulso que está librando Alfredo Pérez Rubalcaba antes de dejar el PSOE con sus barones y del auge de Izquierda Unida.

TASA DE PARO

Todos estos deberes los deberá hacer Felipe VI en plena crisis económica y una tasa de paro que no bajará del 24% en el 2015, según las previsiones de la Unión Europea.

Y si quiere mantener la importante implicación de su padre en diplomacia deberá colaborar con el Gobierno para devolver a España al tablero internacional, en el que ha perdido posiciones en los últimos cuatro años.

El Rey afirmó el lunes en su histórico mensaje de abdicación que deja el trono para dejar paso "a una generación más joven", con más energía. Felipe VI la necesitará.