El escenario que dibuja el presupuesto de Zaragoza de cara a su posible aprobación es la misma cantinela que, mandato tras mandato, sufre el partido que gobierna a manos de quienes le apoyan. En los últimos años, la izquierda ha sido protagonista con diferentes aritméticas y siempre con las entidades vecinales y sociales de fondo apretando el aparente desencuentro irreconciliable de los partidos llamados a sumar mayorías. Por cercanía y por similitud, lo que se produjo entre finales del 2014 y principios del 2015, con un PSOE de diez concejales que necesitaba los 3 votos de CHA y los 3 de IU para su aprobación, quizá sea lo más parecido a la representación actual.

Ese «teatrillo», como siempre le ha gustado llamarlo al PP, a punto estuvo de acabar en desastre en lugar de la reconciliación que finalmente fue. Con un protagonista inesperado que en este 2019 no se le espera, el portavoz conservador Eloy Suárez, que se abstuvo cuando todo apuntaba a una prórroga indefinida. Permitió una segunda oportunidad, para que quien entonces representaba el actual papel de los socialistas, IU, rectificara su revés inesperado, ejecutado a manos del 72% de su militancia, que votó decir no a las cuentas. Era el 19 de diciembre y el 14 de enero se aprobaba el presupuesto con sus votos.

Denominadores comunes

Aquel presupuesto, con 683,15 millones, fue elaborado por el responsable de Hacienda, Fernando Gimeno, que no dudaba en calificar de «idiotez» las condiciones que entonces ponía IU a ese pacto. Pero, a diferencia de ahora, nunca su silla en la negociación permaneció vacía más de un mes y medio, como ahora hace el PSOE de Carlos Pérez Anadón. Ahora Gimeno, como responsable de Hacienda de la DGA ni siquiera ha presentado un documento en las Cortes sobre el que discutir. Podemos, en cambio, actúa como el PSOE en el consistorio, y decide ni sentarse a hablar. Conclusión: prórroga en el Pignatelli y prórroga en la plaza del Pilar.

IU en el 2014 ponía como condición al pacto que se convocaran las oposiciones con el consenso de los sindicatos (que luego ZeC no ha tenido); que se elaborara una relación de puestos de trabajo (RPT), que como Gobierno no ha logrado diseñar a su gusto; que se encargara un estudio a la universidad sobre la municipalización de los servicios, y solo ha podido acometer la del 010 y sigue en los tribunales; que se garantizara la liquidez a las entidades sociales en mayo, que ahora se conformarían con tener un presupuesto aprobado; y que se hiciera una auditoría de la deuda y las grandes contratas, que acabó haciendo ya como ZeC en el 2015 y solo para atizar al PSOE.

Menos de un mes tardó en darse la vuelta a esta situación. El presupuesto acabó aprobándolo, el PP criticando hasta la última coma de esas cuentas y las entidades respirando aliviadas ante unas elecciones que ya apuntaban a un PSOE en franca salida y claro retroceso. Quizá la misma que todos dan a ZeC a estas alturas del mandato. Entonces ese tejido social y vecinal apretaba y cómo a IU, y ahora lo empieza a hacer con el PSOE.

Misma música, mismos actores. Y la derecha, harta de una orquesta que repite repertorio. Hasta los nuevos, Ciudadanos (Cs) lo han calado. Su portavoz, Sara Fernández, recordaba ayer al PSOE sus obstáculos supuestamente insalvables a los tres presupuestos anteriores: 2016, por sacar a pública concurrencia convenios a entidades sociales, que nunca se hizo, y 2017, por la plantilla y el 010. Le faltó hablar del 2018 y la subvención de 800.000 euros al Real Zaragoza, el sapo que ZeC tuvo que tragarse y que parece tema tabú para la formación naranja.