El jefe del Estado tomó anoche la palabra para admitir en una alocución televisada la «grave situación» por la que atraviesa el país con motivo del desafío independentista catalán y para censurar con rotundidad el comportamiento del Gobierno de la Generalitat y todos aquellos responsables públicos que están llevando a cabo una «deslealtad inadmisible» con el Estado. Las palabras de Felipe VI, cuyo discurso fue televisado a todo el territorio español, sonaron con singular contundencia e incluso su lenguaje gestual dio muestra de su determinación y preocupación.

La comparecencia, que inevitablemente recordó a la que hizo su padre, el rey Juan Carlos, con motivo del intento de golpe de Estado de 1981, se emitió a las nueve de la noche y había sido grabada previamente por un equipo de TVE en el despacho del Monarca, que vestía camisa blanca, traje azul oscuro y corbata roja. Duró unos seis minutos.

Felipe VI, que en ningún momento empleó la palabra diálogo -aunque sí «concordia» y «entendimiento»-, advirtió de que, ante la situación «de extrema gravedad» que vive Cataluña, los «legítimos poderes del Estado» deben asegurar «el orden constitucional», la vigencia del Estado de derecho y el autogobierno de Cataluña, «basado en la Constitución y en su estatuto de autonomía».

En su excepcional mensaje institucional, Felipe VI denunció el «inaceptable intento de apropiación de las instituciones históricas de Cataluña» por parte de «determinadas autoridades» que «han pretendido quebrar la unidad de España y la soberanía nacional». En ningún momento nombró a la Generalitat ni a ningún dirigente, cargo o representante público pese a que en cada frase se percibió su preocupación por las decisiones tomadas en las últimas semanas por las «autoridades catalanas». Tampoco hizo mención a los incidentes del domingo con motivo de la celebración del pseudorreferéndum del 1-O ni a los heridos.

El Rey quiso dejar claro que esas autoridades catalanas «han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente», demostrando «una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado», y «han socavado» la convivencia en la propia sociedad catalana, hoy «fracturada y enfrentada». Felipe no tiene duda de cuál es la pretensión final de los secesionistas: Que sea proclamada «ilegalmente la independencia de Cataluña». «Con su conducta irresponsable, incluso pueden poner en riesgo la estabilidad económica y social de Cataluña y de toda España», insistió Felipe VI, antes de recriminar el incumplimiento de la Constitución y el estatuto de autonomía, con el que «se han situado totalmente al margen del derecho y de la democracia».

«Por todo ello -continuó-, y ante esta situación de extrema gravedad, que requiere el firme compromiso de todos con los intereses generales, es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de derecho y el autogobierno de Cataluña, basado en la Constitución y en su estatuto de autonomía».

Uno de los momentos más llamativos del contundente discurso pareció claramente dedicado a aquellos ciudadanos de Cataluña que no comulgan con la deriva independentista de la Generalitat. El jefe del Estado garantizó «a quienes así lo sienten» que «no están solos, ni lo estarán» y que cuentan con «la garantía absoluta» del Estado de derecho «en la defensa de su libertad y de sus derechos». Una vez realizado el diagnóstico de la situación, el Rey se esforzó en enviar un mensaje de esperanza y optimismo. «En esa España mejor que todos deseamos, estará también Cataluña», proclamó, tras afirmar: «Son momentos difíciles, pero los superaremos; son momentos muy complejos, pero saldremos adelante, porque creemos en nuestro país y nos sentimos orgullosos de lo que somos».