La Ribera Alta del Ebro resistió ayer la llegada de la punta de la crecida del Ebro, que pasó a lo largo de la mañana sin inundar ninguna población, en medio de la expectación general de los vecinos y de numerosos curiosos. Los daños se concentraron en las tierras de cultivo, principalmente de alfalfa y cereal, y además numerosas granjas ganaderas quedaron aisladas.

El río superó los ocho metros en Novillas pero las poblaciones respiraron aliviadas al comprobar que, a diferencia de lo que ocurrió en el 2015, el agua turbia no invadió las calles. Por ello reinaba una sensación de alivio en lugares como Pradilla, Gallur o Alcalá de Ebro, pese a que las cosechas de las tierras más próximas al cauce se verán muy mermadas e incluso se perderán.

Ayer todo eran conjeturas para averiguar la causa por la que una riada que se preveía extraordinaria e histórica se haya debilitado, al entrar en Aragón, hasta el punto de no representar un peligro para los habitantes del territorio afectado. Luis Eduardo Moncín, alcalde de Pradilla, apuntó a «obras de refuerzo de las defensas llevadas a cabo estos últimos años», en particular en diques, limpiezas de la orilla y creación de aliviaderos.

José Luis Cuartero, un ganadero de reses bravas de la misma localidad, indicó que había visto cómo empresas relacionadas con la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) dragaban el año pasado «dos ojos del puente» que cruza el Ebro cerca del pueblo y que comunica Tauste con Boquiñeni.

FENÓMENO «EXTRAÑO» // En su opinión, resultaba «extraño» que no el Ebro no creciera tanto como se había esperado. Sobre la una de la tarde, un medidor colocado en la orilla marcaba una altura del agua de 6,90 metros, muy lejos de los 8,20 que se alcanzaron hace tres años.

Otra causa que se baraja para explicar el descenso del caudal y de la altura de la corriente es la rotura de varios diques en el tramo navarro del Ebro. El agua que invadió los campos de ambas márgenes río arriba dejó de presionar en el cauce, según esta misma versión.

En Novillas, las numerosas personas que contemplaban el espectáculo del Ebro crecido junto al puente que cruza en dirección a Tauste pudieron constatar que se había producido un aumento de altura del agua entre el viernes y ayer. Pero, en torno a mediodía, la diferencia era de solo 10 centímetros.

GRANJAS AISLADAS // Por eso los diques provisionales montados por la Unidad Militar de Emergencias (UME) en las calles más próximas al cauce no llegaron a utilizarse realmente. No obstante, el agua filtrada por los muros de tierra inundó una zona deportiva existente entre el cauce y las primeras casas del pueblo.

Su alcalde, José Ayesa, también mostró su satisfacción por el menor impacto de la crecida, que se ha caracterizado por la lentitud de su avance. De hecho, se esperaba que la punta llegara sobre las tres de la tarde del pasado viernes, pero no lo hizo hasta el mediodía de ayer y con una altura inferior a la esperada.

Eso no impidió que casas de campo y granjas quedaran aisladas en medio de grandes zonas encharcadas. «Ha habido instalaciones ganaderas de donde no se ha evacuado a los animales porque son tantos que es imposible llevarlos a otro lado», señaló Javier Lázaro, miembro de Protección Civil del Campo de Borja, comarca a la que pertenece Novillas.

En esta localidad, la primera que recibe el embate del Ebro cuando hay riada, se había previsto la apertura de un desagüe en la carretera de Tauste como forma de evitar que el puente que cruza el río hiciera de barrera ante el avance de las aguas. Sin embargo, esta medida extrema no llegó a ser necesaria pues la corriente pasó sin problemas bajo el tablero incluso en los momentos de mayor caudal.

En Gallur, fue necesario llevar pienso para mil cerdos que habían quedado aislados por el agua y lo mismo sucedió con diversas casas de campo del término de Utebo, ya a las puertas de Zaragoza.

La Ribera Alta está afrontando el paso de la riada con considerables medios técnicos y humanos. A los cuerpos y fuerzas de seguridad hay que sumar los miembros de Protección Civil y a los Bomberos de la Diputación de Zaragoza (DPZ).

Incluso en las horas previas a la llegada del grueso del agua, la Confederación Hidrográfica del Ebro siguió reforzando los diques de los núcleos habitados, a los que se añadieron capas suplementarias de tierra.

Claro que la CHE ha gastado estos tres últimos años 30 millones de euros en obras en todo el curso del Ebro, entre Cantabria y el Delta. Muchos de estos trabajos han sido para levantar nuevos diques, reforzar los existentes, desbrozar las orillas y habilitar grandes aliviaderos.

Con todo, la riada dejará sentir sus efectos todavía durante algún tiempo. En Boquiñeni, por ejemplo, el agua no es potable porque presenta un alto grado de turbidez, motivo por el que la DPZ y la empresa pública Sarga se coordinaron para la instalación de depósitos portátiles en distintos puntos del pueblo.

Hoy, el foco se traslada a Zaragoza y a la Ribera Baja, donde se están llevando a cabo labores de refuerzo en el casco urbano de Quinto de Ebro por temor a que el agua entre en las calles.