No ha sido fácil el pulso de La Romareda. PSOE y CHA, socios en un matrimonio municipal de conveniencia, veían cosas distintas por la ventana única del estadio, colocado sobre un filón de dinero fácil presto a rellenar las precarias arcas del consistorio. Porque el suelo del actual campo de fútbol y sus aledaños, entre cinco y seis hectáreas en total, valen ahora mismo en el mercado 150 millones de euros, si estuvieran convenientemente recalificadas para edificar viviendas de lujo en los rascacielos de cristal que en su día diseñó el despacho de arquitectura Cano Lasso.

CHA se empeñaba en hacer una cancha nueva donde esta la vieja, pero la resistencia del socio le ha obligado a cazar argumentos hasta en las encuestas.

El ayuntamiento encargó una y este mismo mes los nacionalistas la leyeron con alivio: ganaba la tesis Romareda por un justo 50,9%. El porcentaje quedaba más sólido teniendo en cuenta que los que preferían el traslado a otra zona más alejada eran sólo el 39,6% .

Un 9,5% no sabía o no contestaba, y parece mucho, teniendo en cuenta que según el sondeo un abrumador 92,7% de los ciudadanos conocía el debate existente sobre la posible construcción de un nuevo estadio que sustituyera al viejo y obsoleto campo de fútbol actual.

La encuesta también arrojaba datos curiosos: al preguntar por barrios, en el sector Romareda-Casablanca casi el 60% de los encuestado afirmaba que prefería dejar el estadio donde ahora se ubica, y sólo el 33,9% quería que se lo llevaran a otro lugar. Los resultados contrastan con la posición de las asociaciones de vecinos, que defienden un traslado como forma de eliminar afecciones de tráfico en los días de partido.

Si quienes decidieran en el consistorio fueran los residentes en Oliver-Valdefierro, Miguel Servet, avenida Cataluña o Centro, la Romareda habría acabado en Valdespartera, las Fuentes, Ranillas o cualquiera de los distintos emplazamientos barajados hasta ahora para acoger el nuevo estadio. Para el resto, está bien donde está.