A la presidenta de Aragón se le está acabando su crédito. Van pasando los años y sigue teniendo dialéctica, presencia y nombre, pero con sus actuaciones sigue demostrando que a la hora de gestionar falla. Le ocurrió en el Ayuntamiento de Zaragoza, como alcaldesa --nadie recuerda ningún proyecto ni nada porque nada dejó-- y le está pasando ahora. Rudi se ha llevado tal desengaño con el déficit que no va a levantar cabeza de aquí a un año, hasta las elecciones autonómicas del 15. Saldrá más a los pueblos, se dejará ver por ahí, pero los aragoneses ya saben que, por mucho que llene su figura, con ella la sanidad pública ha ido a peor, la educación ha tenido más problemas que nunca, el número de parados ha ido creciendo y, los más enterados, además, saben que con ella Aragón debe más dinero y, encima, no le cuadran los ingresos y los gastos. Mal bagaje para seguir.

A sus 63 años, la lideresa debería pensar en ir dando paso a otra gente. Relevo generacional, que se llama. Ella ya ha cubierto muchos flancos y estos días se le ve cansada y sin reflejos. No es que en el PP aragonés haya muchas figuras emergentes, pero sí que hay ya gente que está pensando que esa hora del relevo está cada vez más próxima. Hay personas como Luis María Beamonte que se están preparando para ese momento (casualmente sigue los pasos del líder socialista Lambán: alcalde importante, presidente de la DPZ, líder de su partido en la provincia...) y otras muy cercanas a la presidenta, como Roberto Bermúdez de Castro, que está demostrando talante, gestión y frescura. Hay que pensar en cambios porque a Rudi se le ha echado encima el déficit.