Aragón ha salido en el telediario nacional, y eso es noticia.

Llevábamos unos meses, o unos años, incluso, sin aparecer, y de pronto hemos salido en titulares, junto con las tres o cuatro autonomías que, como la nuestra, tampoco han cumplido sus planes de ahorro, habiendo disgustado en consecuencia al ministro Montoro.

Puede que, en el fondo, como sugería Dalí, sea mejor que hablen mal a que no hablen, que se hable mal de Aragón a que nunca se hable de nuestra comunidad. A los que no nos importa demasiado que Montoro se enfade (siendo el avinagramiento su estado habitual), casi celebramos estar en algún sitio, en algún titular, aunque se nos tilde de manirrotos o malos gestores.

Más bien, por el contrario, hay que felicitar al Gobierno autónomo de Luisa Fernanda Rudi por haber hecho mal los deberes ordenados por el Gobierno y por haber sido señalado con un círculo rojo por el Ministerio de Hacienda; por haber incumplido las consignas de Rajoy y seguir manteniendo una deuda rica, a la altura de los tiempos, como la de los principales ayuntamientos, Bankia o el Real Zaragoza.

A las autonomías que se han apretado el cinturón hasta la hebilla no les espera por eso un gran premio, un pedazo del pastel del Estado, sino, ya lo verán, más paro, más despidos, menos obra pública, menos sociedades mixtas, menos parlamentarios, menos actividad cultural y menos protagonismo.

Lo estamos viendo en Castilla--La Mancha, el laboratorio de Cospedal, donde no hay día que no cierren un escaño, un ambulatorio, una escuela, una ventanilla, por mor del ahorro. Como consecuencia, Castilla--La Mancha ha dejado de construir aeropuertos, autopistas, de restaurar e invertir, de estar en Europa, en el mundo, para retornar a una provinciana suma de poblachones recorridos, más que por don Quijote, por el señor del frac. Esta labor de empobrecimiento y aislamiento, que no de ahorro ni buena gestión, resume los recortes de Cospedal, de la que nadie hablará tampoco cuando su autonomía haya muerto.

Por el momento, en cambio, sí se habla de Aragón, aunque sea mal, gracias a los consejeros del PP y del PAR. Animarles a suspender con Montoro, a desobedecer a Rajoy puede suponer inversión y reacción. Mientras hay deuda, hay vida.