Ariño era hasta anteayer el último gran reducto del carbón que quedaba en España, con un dinamismo y un volumen de trabajadores (más de 200 personas) insólitos en una actividad en vías de desaparición desde hace décadas. De manera inesperada y fulminante, este bastión minero se ha venido abajo, lo que ha provocado una honda conmoción y preocupación en esta localidad y su entorno. Vecinos y trabajadores eran conscientes desde hace tiempo de que los días estaban contados para esta vetusta industria, pero la crónica de la defunción estaba fijada para dentro de un año, al compás del apagón de la térmica de Andorra previsto para mediados del 2020. Nada hasta hace dos días hacía presagiar este final repentino, pero la empresa minera Samca se ha visto forzada a cambiar el guión que tenía escrito y se afana ahora en taponar la sangría de despidos que podría desencadenarse en las subcontratas, que soportan el grueso de la mano de obra -más de 150 personas repartidas en media docena de firmas-.

La razón de este brusco giro está en la decisión de Endesa de no comprar más carbón autóctono para la central y rescindir así el contrato de suministro que mantenía con Samca. También ha influido el imperativo legal que pesaba sobre el grupo minero, que debía devolver 7 millones en ayudas si continuaba extrayendo carbón este año, una obligación marcada por la Comisión Europea que ha sido insalvable a pesar de las últimas negociaciones con el ministerio de Transición Ecológica, según fuentes de este departamento.

La compañía minera y la mayoría de sus auxiliares han optado de momento por dar vacaciones anticipadas a los trabajadores- salvo casos puntuales en alguna firma- con el objetivo de ganar algo de tiempo para repensar su estrategia. El grupo de la familia Luengo trabaja contrarreloj para ofrecer recolocaciones a corto plazo al mayor número de trabajadores en sus diferentes líneas de actividad, tanto en la zona como fuera e, incluso, en empresas externas. «Toda la organización está volcada en buscar soluciones y medidas para paliar el golpe en el empleo», destacaron fuentes de la compañía.

En paralelo, Samca ultima el plan de cierre de la gran mina de Ariño, la de Santa María, así como de otra pequeña explotación en Foz Calanda, que gestionaba a través de subcontratas. Las tareas de restauración ambiental durarán tres años y darán salida a una parte importante del personal que está por determinar.

INVERSIONES Y NUEVA MINERÍA

El otro pilar de la particular reconversión que impulsa la empresa vendrá de la puesta en marcha de diversos proyectos alternativos en los próximos años, en los que espera invertir 50 millones de euros y crear unos 110 puestos de trabajo. La mayor de estas iniciativas es una planta para producir fertilizantes y un centro asociado de I+D, que empezarán a construirse pronto en Ariño y generarán inicialmente 37 empleos. También destaca una planta de valorización de minerales cerámicos, que se instalará en otro municipio del entorno. Ambas industrias tendrán aparejadas actividades de minería no energética, lo que dará continuidad al negocio primigenio del grupo en Teruel, donde ya cuenta con una importante presencia en la explotación de arcillas a través de su filial Euroarce.

La plantilla propia de la matriz minera, formada por alrededor de 40 empleados, es la más protegida frente al fin del carbón, al tener garantizada una salida no traumática mediante prejubilaciones, bajas incentivadas o recolocaciones, tal y como recoge además el último plan del carbón pactado en octubre por los agentes sociales y el Gobierno. Pero Samca quiere ir más allá y tratará de hacer encaje de bolillos para reenganchar también a un número importante de trabajadores de las subcontratas, dando prioridad a los mpleados locales.

El malestar y la indignación por el desmantelamiento del carbón son patentes en la zona, pero las críticas se focalizan en Endesa y el Gobierno. Para Samca, sin embargo, todo son alabanzas por su compromiso de hacer recolocaciones e inversiones, una reputación avalada por décadas de actividad y la ausencia de conflictos laborales de relevancia.

Esto explica la relativa calma que ayer se vivía en Ariño. Los cortes esporádicos de carretera por quema de neumáticos en los accesos a la térmica son el único signo de agitación social. Los sindicatos ni siquiera han convocado movilizaciones aúnj por el cierre. Tan solo una decena de trabajadores de las minas se sumaron a una concentración a las puertas de la central, convocada por el comité de la planta dentro del calendario de protestas marcado por los sindicatos de Endesa por el bloqueo en la negociación del convenio. Eso sí, el ambiente se prevé más caldeado para la visita el próximo miércoles de la ministra de Transición Ecológica.